El AS DE PICAS lo dice todo (1/2)

Tenía pendiente publicar algunas imágenes en las que el as de picas es el protagonista. Aclaro, la protagonista es la esposa en plena acción y que está diciendo al mundo lo que le gusta pero en este caso y para los muy fetichistas de esta fantasía ver el as de picas es como ver el escudo de la bandera, la insignia de tu equipo de fútbol o el símbolo de pertenecer a una tribu en la que encuentras a gente como tú y que le gusta lo que a ti.

Y es que amigos y amigas, el emblema del as de picas es uno de los símbolos que ha calado en el mundo del sexo y ha dejado claro a que práctica sexual se refiere.

Incluyo a continuación fotos que me han enviado seguidores del blog. Ojo, son fotos que no están verificadas y que han sido robadas de blogs, webs de temática cuckold o de rebotes entre amigos.

En todas ellas aparece el as de picas y me tenéis que reconocer que con su sola presentación en la piel de una mujer remarca su belleza, su libertad sexual y su claro mensaje: "mi marido es un cornudo".

Solo una reflexión. En estas imágenes podeis observar que la mayoría de las mujeres son anglosajonas y es que este tipo de prácticas son más habituales en estas zonas y claro también se denota una clara preferencia por los corneadores negros. Ya decía la canción, "mami qué será lo que tiene el negro". Afortunadamente este tipo de juegos ya se dan en todo el mundo, os sorprenderíais si publicara los países donde más éxito tiene este blog.

Ahí van, y vuelvo a recordar, no son imágenes verificadas. Gracias.





























Mi esposa y yo ahora estamos más unidos que nunca y no me oculta nada (que yo sepa)

Una de las posibles consecuencias que suele propiciar este tipo de prácticas es una mayor complicidad en la pareja. Cuando la esposa acepta dar el paso y el marido empieza a recibir un torrente de sensaciones al comprobar como el matrimonio se abre esta nueva situación suele dar una unión en la sexual entre ellos. Subrayo el "suele" porque no siempre se produce.

Sobre lo anterior aquí va un correo, la confesión de un seguidor del blog que junto a su esposa ya se encuentran en un nivel avanzado en este tipo de fantasías. Aún me acuerdo de aquellos primeros correos de este marido cornudo que deseaba ver a su esposa en brazos de otro y su impotencia al no conseguirlo, pero lo logró. Lean lo que me acaba de escribir.



Buenas tardes Alberto.

El domingo mi esposa me pidió ir a almorzar a la casa de su amiga, en donde se suele encontrar con su amante habitual.

Yo me quede en casa con los niños. Ese día se encontró con un nuevo cuerno, un muchacho con el que ya estuvo varias veces pero en el pasado. Como en la casa estaba el marido de la amiga, mi esposa y su nuevo amante se fueron en el auto de él hacia unas calles solitarias.

Por el camino mi esposa le bajó el pantalón y se puso a mamarle la pija, que la tenía como una piedra de dura y era muy grande me dijo, chorreaba de líquido transparente de lo caliente que estaba. Al estacionar bajo una sombra continuo chupándole la pija hasta que el tipo se corrió en su boca y mi bella esposa tragó todo su semen, no dejó caer ni una gota. 

Luego de eso pasaron al asiento trasero del sedán y la penetro de cuatro, con fuerza y ordenándole como hacer las cosas. Según me dijo mi esposa le gustó mucho... La cogió sin forro, piel con piel y le pregunto donde quería que vuelva a largar y mi esposa le dijo que en la cara y largo tres grandes chorros de semen que le llenó la bella cara de mi esposa y el pelo de leche, también se fue por el asiento del auto, esto lo comprobé después cuando tuve que limpiar los asientos.

Después, su nuevo amante se fue y mi esposa volvió a casa de su amiga y empezó a informarme de toda su aventura con el muchacho, me estuvo dando todos los detalles. Me puso tan caliente y me sentí tan feliz por ella. Luego me dijo a la hora que debía ir a buscarla.

Ya en casa, por la noche, hicimos el amor y le chupé la concha, estaba tan mojada y rica. Presentaba un hinchazón húmedo y la noté tan cremosa.

El día siguiente, lunes, mi esposa me confesó que después del encuentro con el muchacho volvió a casa de su amiga pero no para charla con ella si no porque había quedado allí con su amante habitual (no digo el nombre del amante a petición del cornudo) Su amante la recogió en su vehículo y también estuvieron juntos. Ninguno de los dos tenían condones por lo que su amante se vino dentro de ella. Yo creo, Alberto, que lo que estuve lamiendo y me parecía crema en la vagina de mi hermosa mujer, lo que sentía, era la corrida de su amante.

Mi esposa no deja de sorprenderme y admiro su habilidad para que me haga creer que conozco todos los detalles de sus encuentros para después, al cabo del tiempo, referirme algún detalle más con lo que mantiene la tensión emocional y sexual.

Alberto, desde que estamos en esto estamos más unidos, mi esposa no me oculta nada (que yo sepa) y estamos encantados con nuestra nueva vida sexual.
Gracias.


No, gracias a ti, amigo. Tu experiencia y testimonio hacen grande esta entrada y demuestra la felicidad que disfrutas como consentidor. No olvides darle un beso a tu esposa de mi parte.

C. el marido: "Se pasaron las manos por la cintura y me dejaron atrás, veía como ese desconocido corneador metía su mano bajo la falda de mi esposa"

Estaba preparando una entrada en la que os quería contar las impresiones de algunos maridos consentidores en los previos al encuentro con el tercero, el corneador.

El objetivo era que los maridos o novios me confesaran sus emociones en esos mágicos momentos. Me refiero al instante en que se produce el “match” entre el amigo que acude a la primera cita y la esposa, ese primer momento y en el que se empiezan a cumplir los deseos de los maridos aspirantes a cornudos.

Por lo general, es el marido quien más trato tiene con el corneador antes de la primera cita. Hay excepciones pero casi siempre es el cornudo el que selecciona a los candidatos y para esa elección es imprescindible esas charlas telefónicas, ahora sustituidas por whatsapp o telegram en las que el marido explora los argumentos para la elección. Está claro que la última palabra, casi siempre, la tiene la esposa pero el primer filtro lo pone el marido-cornudo, es indudable.

Bien, pues mi objetivo era saber que sentían esos maridos amigos en el momento en que el corneador le da el primer beso a su mujer o directamente dirige su mano por debajo de la falda suelta al rincón de ella.

Hablé con mi amigo C., esposo de V., para que me diera su impresión y me regaló por escrito su testimonio. No he cambiado una coma, lo publico tal cual me lo envió C. y lo acompaño de las imágenes que él mismo me facilitó del citado encuentro.

Más adelante, publicaré esos testimonios de maridos que como C. me confiesan lo que sienten en esos mágicos momentos previos a…

Disfrutar de la experiencia de C. y V. Solo una cosa más, para los que hemos tenido el privilegio de experimentar desde el otro lado, del corneador, ese primer match en la primera cita delante del marido somos los únicos que sabemos valorar ese maravilloso placer, cuando se genera la complicidad entre la esposa y el amigo corneador.



Hola, Alberto.

Después de la cena, ayudé a V y a su amante a ponerse los abrigos. Les abrí la puerta y salieron como una pareja normal del restaurante. Se pasaron las manos por la cintura y me dejaron atrás.

Les seguía a unos pasos detrás de ellos. Mirando sus movimientos, sus risas, sus besos… era una sensación maravillosa e impensable para mí. Ver a la mujer que más quieres y adoras abrazada sin resquicio a un tío casi desconocido cuya única finalidad es follársela. Piensas tantas cosas.

Piensas si no te habrás equivocado, piensas si realmente es lo que tantas veces has deseado, dudas de si va a ser todo tan perfecto como en vuestras fantasías. Piensas, incluso, que quizá sea el momento de echarse para atrás. Pero en ese momento ves cómo la mano de él se desliza por debajo del abrigo y entra por debajo de su falda. Sientes un fuerte hormigueo por el pecho y notas cómo se acelera tu pulso, notas el corazón latiendo fuerte y parece que la caja torácica vaya a estallar y piensas: “Sí, esto es lo que quiero. Esto es lo que realmente deseo”. Entonces te relajas un poco y sigues el camino detrás de ellos, haces alguna foto para el recuerdo, miras a los ojos a la gente que se cruza con vosotros y te parece que entienden la situación (o quizá piensan que eres un pajillero que se dedica a perseguir parejas), pero te encanta la sensación de ser cornudo y de hacerlo público.

Cuando llegas al hotel, sientes la misma sensación, cuando te mira la recepcionista con cierta comprensión y profesionalidad, pero con una sonrisa de complicidad con la pareja. En el ascensor mientras se morrean no hay espacio para nadie más que para sus magreos, los mismos que acompañan el camino hasta la puerta de la habitación. En ese momento abres la puerta mientras ellos se siguen morreando apasionadamente. Sigues siendo el que facilita la velada. El que ayuda a la pareja. Las manos de él tocan lo que pueden y las de ella se centran en cogerle la cara para morrearse.

Estás tan cerca y eres tan cornudo que lo único que sientes en ese momento es alegría y excitación.

La ropa va desapareciendo de sus cuerpos y ella te dice que tú también te quites la ropa. Que te pongas a masturbarte mientras él la folla bien duro. Oyes sus gemidos y te preguntas si contigo disfruta tanto. Te parece que le está gustando más que cuando folla contigo. ¿La folla más fuerte? ¿tiene más intensidad? ¿tendrá más aguante? ¿disfruta con él más que contigo? Oyes cada embestida y la oyes acompañada de cada grito. Cada vez más fuertes las embestidas y cada vez más fuertes los gritos, mientras tú sigues pelándotela como un mandril a su lado. Disfrutando del espectáculo pero sin molestar a la nueva pareja.

Finalmente él se corre abundantemente, llena de esperma a tu chica y la almohada sobre la que vas a tener que dormir. Es el momento de los besos, las caricias y las despedidas. Parecen, sin lugar a dudas, dos enamorados después de su primer encuentro. Y tú los miras y, realmente los admiras. Admiras a ambos por el espectáculo que han dado, por ser capaces de hacer lo que han hecho. Todavía no te has corrido y deseas follarte el coño usado de tu mujer o, mejor dicho, a la que un día fue tu mujer. Pero ellos siguen abrazados, siguen acariciándose y dándose cariñosos besos. Es su momento y sabes que no puedes interrumpir. Te detienes en mirar la polla que te ha hecho cornudo, un gran cornudo, y solo tienes agradecimiento hacia ese gran corneador. Hacia tu chica, solamente amor.


Obviamente, lo que sintió C. no se puede extrapolar a otros maridos pero en las charlas que he tenido con bastantes cornudos consentidores esa macedonia de sensaciones, a veces contradictorias, es muy parecida a la que sienten los maridos esa primera vez. Una cosa es la charla con la esposa, imaginarse cómo será el momento y otra muy distinta es cuando el marido siente en directo la realidad de su tan ansiada fantasía. Que mejor canción para ese comento que Magic Moment del genial Burt Bacharach para ponerle banda sonora a ese momento.


Quiero agradecer a C. y V. su confianza por hacerme notario de sus experiencias.

A continuación podéis acceder a los enlaces de anteriores entradas en las que ellos, y su corneador de turno, son los protagonistas.

C. y V. (I) contactan con el blog: “fue una de las mejores experiencias de mi vida ver como otro hombre se follaba a mi mujer y tenía la necesidad de contárselo a alguien”

C. y V. (II) la entrevista. Carlos: "pasaron unos segundos interminables hasta que agarré el rabo engomado del corneador para dirigirlo al coño de mi esposa, lo tenía tan abierto y mojado que entró con absoluta suavidad"

Esa es la actitud ante lo inevitable

Antes de explicar el titular de esta entrada os anuncio que el gran cantante y compositor español, José Luis Perales, se retira. Antes hará una gira mundial para despedirse de sus admiradores y publicará un recopilatorio de sus éxitos. Yo seré uno de sus primeros compradores, os lo aseguro.
Ha sido una mala noticia. El fin de una carrera llena de éxitos como la de Perales solo puede producirnos tristeza y afirmar el paso inevitable del tiempo. Nos quedan sus discos, su talante, su novela... porque su nombre pasará a formar parte de la galería de los mejores cantantes y compositores en español.



Bueno, ahora voy con la explicación del titular. El señor Perales es el autor e interprete de una de las mejores canciones melódicas: ¿Y cómo es él? Ojo es de 1982 pero sigue y seguirá vigente. A continuación va la letra. Podréis observar como un marido o un novio (la letra no lo aclara) acepta "lo inevitable" y que no es otra cosa que la mujer dé el paso a una infidelidad claramente consentida y aceptada por el marido.

"Mirándote a los ojos juraría que tienes algo nuevo que contarme." Imagino la sonrisa picara de la esposa al ver la inteligente tranquilidad del marido al notar que su esposa le va a poner un par de cachos.


"Empieza ya mujer no tengas miedo". Para ponerlo en mármol, no hay que tener miedo y esto va para muchas esposas que quieren ampliar su círculo y probar otros vinos.
Luego la letra se llena de esas preguntas que muchos de vosotros, mis queridos cabrones, habréis hecho a vuestras esposas. Y es que esa curiosidad que siente el marido cuando otro hombre tiene sexo con su esposa supone un vendaval de preguntas, incógnitas y que la esposa desde su poder tiene la solución.


Ojo, hay quien dice que no se encuentran celos en esa canción. No estoy de acuerdo, hay celos, celos controlados, asimilados por una buena inteligencia emocional pero también hay un regusto de placer. Lean la letra de la canción y me dicen.
En cualquier caso, esa es la actitud: diálogo tranquilo, sin dramas, admitiendo lo inevitable y tratando de disfrutar del momento de ser un cornudo consentidor.

Mirándote a los ojos juraría
que tienes algo nuevo que contarme.
Empieza ya mujer no tengas miedo,
quizá para mañana sea tarde,
quizá para mañana sea tarde.

¿Y Cómo es él?
¿En qué lugar se enamoró de ti?
¿De dónde es?
¿A qué dedica el tiempo libre?
Pregúntale,
¿Por qué ha robado un trozo de mi vida?
Es un ladrón, que me ha robado todo.

¿Y cómo es él?
¿En qué lugar se enamoró de ti?
¿De dónde es?
¿A qué dedica el tiempo libre?
Pregúntale,
¿Por qué ha robado un trozo de mi vida?
Es un ladrón que me ha robado todo.

Arréglate mujer se te hace tarde
y llévate el paraguas por si llueve.
Él te estará esperando para amarte
y yo estaré celoso de perderte.

Y abrígate, te sienta bien ese vestido gris.
Sonríete, que no sospeche que has llorado.
Y déjame…


Otra de las mejores e inolvidables canciones de Perales es "Me llamas". Saquen ustedes sus propias conclusiones.

y te has pintado la sonrisa de carmín
y te has colgado el bolso que te regalo
y aquel vestido que nunca estrenaste, lo estrenas hoy
y sales a la calle buscando amor.
y te has pintado la sonrisa de carmín.


¿Y cómo es él" fue también interpretada por Rapahel y Marc Anthony. Gracias por todo, José Luis.






Comentarios a los 10 consejos para que tu mujer te haga un cornudo consentidor (cuckold)

Me pongo en contacto con vosotros respecto a los comentarios que hacéis a una de las entradas clave de este blog y que más cumple el objetivo básico del mismo.


Desde hace algunos meses había problemas para publicar nuevos comentarios a la entrada:

10 consejo para que tu mujer te haga un cornudo consentidor (cuckold)

Se trata de una entrada en la que os resumo diez recomendaciones básicas para dar los primeros pasos como cornudos consentidores y lograr la complicidad de vuestras esposas.
Ahora mismo hay 270 comentarios anexos a la entrada. Todo un récord, sin duda. Bien, pues ahora ya se ha resuelto el problema que limitaba la publicación de comentarios y ya podéis añadir vuestras reflexiones, dudas, etc. Ojo, ya sabéis que mi correo, corneador.toro@gmail.com está como siempre a vuestra disposición para consultas personales, experiencias o para que me enviéis vuestras aportaciones para el blog.



Solo os pido que vuestros comentarios sean respetuosos, discretos (no se pueden dar ningún dato personal que comprometa a terceros) Tampoco podéis publicar direcciones de correo a no ser que estéis suscritos al blog.
Aprovecho para daros las gracias, a todas y todos, por seguir siendo fieles lectores de este humilde blog, por vuestra confianza en mis consejos, por vuestras aportaciones y por vuestros comentarios.

A vuestra disposición.
Alberto Toro
Ah¡ también podéis seguirme en Twitter: @Torocorneador


Imagen de la película "Las oscuras primaveras" del director mejicano Ernesto Contreras.

La imperfección es bellísima y estamos buscando patrocinadores

El domingo 15 de septiembre tuvo lugar en París un evento cuyo contenido será en breve algo muy común. Vivimos tiempos de cambio y parece que la sociedad, en algunas partes del mundo, se está reinventando.

Se trataba de un desfile de modelos. Hasta aquí, nada nuevo y más si hablamos de moda y de París. Lo singular del desfile es que eran mujeres con formas corporales diferentes pero que realmente son las habituales en la sociedad. No cumplían con los cánones que impone la moda, especialmente la de alta costura, pero son el reflejo estricto de la sociedad. Nadie, ni hombre ni mujer, tiene un cuerpo diez, una sonrisa perfecta...

Desfilaron mujeres de entre 18 y 65 años, grandes, pequeñas, delgadas, gordas… de todos los colores y tipos de cuerpo. En definitiva, mujeres normales como nuestras amantes, esposas, amigas, hermanas, hijas.


La mayoría de las imágenes tenían derechos de autor y no las puedo publicar. Siento que no podáis ver la belleza de estas mujeres.

Detrás del desfile se encuenta Georgia Stein, una modelo de talla grande que se ha marcado el objetivo de promover el “body positive”, un movimiento que busca visibilizar la realidad del cuerpo humano.



Todas las mujeres llevaban al principio del desfile unos vestidos negros idénticos con lo que se pretendía poner en evidencia la estandarización que impone la industria de la moda. A continuación todas ellas dejaron caer sus vestidos negros y mostraron sus cuerpos, “reales”, vestidos con lencería. Y fue cuando empezó el desfile de la normalidad y la belleza. Cuerpos singulares, insisto, normales que mostraban la belleza para cualquier hombre o mujer inteligente.

No tuve el placer de ver el desfile en directo. Debió ser maravilloso disfrutar de mujeres reales, vestidas para impactar. Descubrir la belleza imperfecta o perfecta, según se mire, de mujeres normales. Os puedo asegurar que todas ellas me llamaron la atención y no me importaría disfrutar junto a ellas.

Dejo aquí la reflexión. No hay cuerpos diez, insisto: ni en hombre ni en mujeres. Me consta que muchas lectoras de este blog (han sido muchos correos los que he recibido) no dan el paso porque temen que su cuerpo defraude, qué equivocadas están. Espero que pierdan el temor y que entren en el universo cuckold y disfruten de estas fantasías y pueden estar seguras muchos hombres, yo el primero, deseamos que en el sexo se crucen mujeres como ellas.



Y aquí también va mi dardo para esos maridos cornudos que siempre están lloriqueando porque no saben convencer a su mujer. Lo primero que deben de hacer es dar seguridad a sus mujeres y el trabajo más importante poner en valor su belleza y su sensualidad.

Por cierto, he estado un poco liado por temas profesionales y no he podido publicar mis crónicas habituales. Creo que a partir de ahora podré cumplir y con el inicio del nuevo curso os pueda dar vuestra ración de blog. Eso sí, quiero ver respuestas.

También os adelanto que voy a renovar contenido para hacerlo más atractivo, voy a explorar vías nuevas para contenidos sin perder el objetivo del blog que es ser el punto de encuentro de corneadores, cornudos consentidores o no y esposas o novias sueltas y abiertas. Vuestras contribuciones, consultas y experiencias siempre serán bienvenidas.

Busco patrocinadores y anunciantes que me ayuden a correr con los gastos que conlleva este blog. Espero respuestas. Gracias, cabrones.



No hay nada peor que llevarse el premio de consolación

Mis queridas amigas y amigos, tenía dos titulares para esta entrada, “No hay nada peor que llevarse el premio de consolación” o “maridos escobilla”. Seguro que cuando terminéis de leerla entenderéis mi dilema para elegir uno de los dos. En este caso, ha primado más mi experiencia personal para el titular que el calificativo que se daba a sí mismo el marido de esta experiencia.

Hace algunos años recibí un correo, su nombre era sugerente, hacía referencia a una relación ama y marido esclavo. Me agradó comprobar la correcta redacción y la exquisita manera de expresarse del marido. El correo va a continuación, lo podéis comprobar.

Marido: "También hemos fotografiado el casco que mi Ama compró como símbolo de cornudo cabrón, obviamente como puede ver todavía esta embalado. Está esperando al primer macho/amante con el que mi Ama decida follar. Creo que ese honor recaerá en usted Sr. Toro y no voy a negar que este hecho me produce algo de celos."

Después de aquel correo, contactamos por teléfono y nos pusimos manos a la obra. Yo generé la complicidad con el marido-esclavo para ir viendo cómo organizar el festín. En unos días conseguí hablar con la esposa… su voz me dejó prendado, qué risas más bellas se oían al otro lado del teléfono y qué manera de expresarse y plantearme lo que quería, estaba claro que se trataba de una mujer con carácter y que sabía poner al cornudo en su sitio.

Ella se inclinó, antes que nada, por que yo le encontrase a algún amante negro, bien dotado y sabiendo “manejar”. En aquellos momentos no tenía ningún colega-corneador de color pero se podía intentar. También se extendió en los juegos que ponían a su marido… la cosa prometía.

Pasaron algunas semanas, ya sabes que siempre hay algo menos importante que hace cambiar planes y retrasar estos encuentros que forman parte de la sal de la vida.

Aunque había visto fotos de ella en las que no dejaba lugar a dudas sobre su cuerpazo, me faltaba por presenciar en directo su sonrisa y disfrutar de su cara. No quedé decepcionado si no todo lo contrario. Esa belleza natural en la que paras un día en el Metro y ves a una joven mamá volviendo a casa del trabajo, arreglada, sonriente que esconde un punto reputo y morboso en el sexo.


Quedamos en Madrid, cerca de el Museo de Ferrocarril, era primeros de julio. Ella llevaba falda suelta. Todo fue muy fácil y cada uno ocupamos nuestro rol. Yo desde el primer momento empecé a meter mano, siempre que el marido estaba mirando y atento, ella receptiva no dejaba de hablar. Aquel día, el marido desempeñó a la perfección su papel y aunque fue un pequeño escándalo el morreo y sobe que ella y yo nos dimos la situación nos puso a los tres muy cachondos. Lamentablemente ese fue solo el premio que me llevé, el de consolación.

Si dejo una pequeña reflexión. Cada dos por tres le pedíamos al marido que fuera a por un vaso de agua, que trajera servilletas, que fuera a ver como estaban los servicios del bar. En una de esas, ella me confesó: "mi marido en el fondo es un puto manipulador, no creas que le tengo totalmente controlado, da la apariencia de sumiso pero ya te digo, es un puto manipulador".

Quedamos en hablar más adelante y concretar un día para el encuentro total, a ser posible que me acompañara un amigo-negro. El verano y la vuelta al cole en septiembre, enfriaron las cosas y retraso tras retraso, al final el encuentro no se materializó y perdimos el contacto. Espero que ellos lo lean, al menos para que les conste mi recuerdo y aunque solo me llevé un premio de consolación (magreo, besos y charla con la esposa) me quedé satisfecho, con ganas de lo que planeamos, pero satisfecho.

El correo de el marido os puede dar ideas sobre la manera de plantear un encuentro a tres: esposa suelta, marido-esclavo cornudo y amigo proactivo corneador.

Lo de la escobilla, abajo, pero disfrutar de este correo.

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Hola Señor Toro,


Trataré de describir lo mejor posible a Mi Esposa-Ama, pero ya le aviso de antemano que soy muy malo en ello. Mi Esposa-Ama es una mujer de 36 años, simpática y con buen humor y carácter. Mide algo más de metro sesenta, le gusta ponerse grandes tacones y está delgada. Tiene pelo castaño, ahora a media melena, tiene unos grandes ojos que llaman la atención. Tiene una piel suave y muy blanca, unas manos pequeñas y pechos no muy grandes que entran en la mano (y le gusta que se los estrujen suavemente), también tiene un coñito precioso que siempre lleva completamente depilado.


Bueno, ahora trataré de explicarle que es lo que mi Esposa-Ama busca y con que disfruta, así estarás en mejor disposición cuando hables con ella por teléfono (la mejor hora para llamarla es a las diez y media de la noche, si quiere hablar conmigo recuerde que estoy a su disposición a partir de las siete de la tarde, mejor lunes y miércoles).


Ante todo a mi Ama disfruta con la humillación, también se reconoce como sádica y le gusta un poco el exhibicionismo, pero probablemente lo que más disfruta es de que le sirvan y del poder de mandar y decidir cuándo, cómo y dónde se hacen o no se hacen las cosas. Sinceramente yo comparto cien por cien esto gustos, pero al contrario, soy muy sumiso completamente masoquista y disfruto siendo humillado, castigado y sirviendo a mi Esposa-Ama. Supongo que por eso (y por el morbo) nace la idea de los cuernos, es humillante y deja claro quién manda (ella). Claro está que también quiere disfrutar de buen sexo con otros hombres, mientras yo miro y ayudo sin siquiera poder tocarme y sabiendo que esa noche solo ella y su amante tendrán sexo y podrán correrse. A mi Esposa-Ama le encanta ese punto, le gusta tenerme en abstinencia y también le gusta que yo tenga relaciones homo, que se la chupe a su amante, que este me sodomice etc.




Bueno, paso a contar las ideas que tenemos para encuentros cornudos. Creemos que es interesante quedar primero a tomarse una cerveza o un vino y así ver qué pasa con la primera impresión ¿se gustan físicamente? Si ambos están de acuerdo nos quedaríamos a comer o cenar (según la hora del día, nosotros preferimos quedar al mediodía) y así conocernos todos mejor. A mi Ama le parece gracioso pedir para mí una jarra de agua del grifo y un trozo de pan de ayer, mientras ustedes disfrutan de un buen vino y unos buenos entrantes. También me ha comentado en alguna ocasión que le gustaría que se metieran mano para dejar claro que soy el cornudo. Yo les haría fotos para inmortalizar el encuentro.
Si todo fuera bien y si ustedes están de acuerdo iríamos a un hotel. A mi Esposa-Ama le gustaría que condujera yo mientras ustedes se meten mano en la parte de atrás. También le parece gracioso que yo paré para comprar los preservativos, puede ser en una máquina expendedora pero sería muy morboso que fuera en una farmacia y tuviera que llamarle por teléfono durante la compra para preguntar por el tamaño, el tipo y la cantidad de preservativos que debo comprar.


No tenemos experiencia en hoteles, en este punto nos aprovecharíamos de su experiencia. Y mientras yo aparco el coche ustedes se inscribirían en el hotel, llamándome por teléfono para indicarme la habitación del hotel. Le comenté a mi Esposa-Ama su idea de vestirme de sirvienta y le encantó, le pareció perfecta, así que espero que se traiga un traje de criada de talla XL. En fin, ya en la habitación a mi Esposa-Ama le apetece que yo la desvista para usted y que proceda con mi papel de sirvienta ayudándoles y sirviéndoles en todo lo que sea preciso y requiera cualquiera de los dos, música, bebidas….. Obviamente seré debidamente castigado si no cumplo correctamente con mi labor. A mi Esposa-Ama le gusta torturarme y no sería de extrañar que decida ponerme unas pinzas en el pene mientras ustedes follan, alguna bofetada seguro que se le escapa y cosas por el estilo.


Nos gustaría grabar en video (solo para nosotros) todo el encuentro y a mi Esposa-Ama le apetece especialmente comparar mi pequeño pene con su gran polla para que puedan reírse a gusto de la clara diferencia entre ellas y humillarme con sus mofas.


Otra cosa que le encanta a mi Esposa-Ama es que yo tenga relaciones con su macho, que le asista como sirviente desnudándole, o duchándole, que se la chupe para ponérsela dura, que le ponga el preservativo y que haga de mamporrero, que le coma los huevos o el culo mientras se la folla…. Y al final que me coma el semen de su macho, tantas veces como el macho eyacule y donde eyacule. A mi Esposa-Ama le apetece que se corra en sus tetas y que yo lo limpie todo, primero su polla y después sus tetas, si algo cae al suelo también lo limpiaré. Mi obligación es que queden totalmente satisfechos y si es necesario le haré una mamada y se correrá en mi boca.


Después de la primera follada, cuando se hayan consumado mis cuernos, mi Esposa-Ama quiere ponerme un casco con cuernos que ha comprado para la ocasión. No podré quitármelo hasta que volvamos a casa, da igual si luego salimos por ahí, lo llevaré puesto para dejar claro que soy un cornudo.




Como he comentado yo les serviré en todo lo que deseen, pero también me pueden poner de cara a la pared para que ustedes tengan intimidad y no vea como follan. También pueden pedirme algo para que lo pida al servicio de habitaciones y pase vergüenza teniendo que abrir la puerta vestido de criada con el casco de cuernos y de fondo sus gemidos. Por mi parte no tengo problemas ni límites solo quiero que mi Esposa-Ama disfrute, acepto juegos con semen, orina, castigos, humillación… lo que mi Esposa-Ama desee y decida.


Al final, recibiré una ducha de agua fría ya que como le he comentado antes yo no puedo tener ningún tipo de placer sexual ese día y tal vez les guste lavarme con mi esponja (se trata de una escobilla del váter) . Y si alguno de ustedes así lo desea les prepararé un baño y les lavare el cuerpo.


Todo esto son ideas que hemos tenido, no pretenden ser un guión sino darle una indicación de nuestros gustos y roles.


En fin, por mi parte eso es todo, un saludo.


Esposo-Esclavo X y Esposa-Ama Y.

Fer y Ceci (III, el desparrame): “Mi esposa movía su cadera haciendo eses para recibir mejor la pija de Juan"

Publico a continuación la tercera y creo que última entrega de la experiencia vital y cornuda de Fer y Ceci. Sin duda, podemos hablar de una evolución en sus costumbres sexuales. Bien, nada que añadir. Disfrutar del relato y espero que os sea de utilidad.
De nuevo, gracias a Ceci y Fer por confiar en este humilde blog.




Tercer Encuentro: el desparrame.

Ceci estaba realmente transformada. Coqueta, arreglada, segura de sí misma, mil veces más sensual que antes, de vez en cuando consentía en tener relaciones conmigo por la noche aunque dejaba claro que ahora yo podía ser el marido, pero ella era la hembra de Juan (su primer corenador). Y yo aceptaba gustoso mi nuevo rol.

Gran parte de la excitación consistía en prepararla. Una vez que los niños se fueron a la escuela, sabiendo que el viernes por la noche irían a dormir a la casa de los primos, comenzamos los preparativos: Ceci se fue al salón de belleza y yo preparé las medias negras con portaligas, una tanga minúscula con un anillo atrás que decía “sexy”, los stilettos negros, el lazo de seda negra para el cuello, los aros nuevos que le había regalado para su cumpleaños y un vestido blanco y plateado realmente inapropiado para la vida cotidiana por lo corto y también porque, al anudarse en el cuello, dejaba casi completamente libres sus grandes pechos.

La tarde del viernes me fascinaba la ansiedad de la expectativa, mirando cómo mi esposa se perfumaba para otro hombre y ya no me dejaba tocarla más, porque quería estar perfecta para Juan. Estaba realmente hermosa. Los pechos se le escapaban por todos lados. Como de costumbre estaba inquieta pero a la vez expectante, y me hechizaba esa mezcla única de timidez y decisión.

A la hora señalada sonó el timbre. Ceci fue a servir unos tragos mientras yo lo recibía. Pero yo no esperaba la sorpresa que me esperaba al abrir la puerta: Juan había venido con otro hombre. “Es Sergio”, dijo, y me dio una palmadita en la mejilla al entrar. Mientras cerraba la puerta con llave pasaron directamente al living.

De mediana edad, algo canoso y con un físico bien cuidado, era evidente que Sergio iba a gustarle a mi esposa. Juan lo presentó rápidamente y le dio un beso en la boca a Ceci. Ella también parecía sorprendida y, aunque era pura cordialidad y simpatía, me miraba de vez en cuando de reojo, buscando reafirmación o tal vez seguridad. Deliberadamente yo no hacía ni un solo gesto, disfrutando la ambigüedad del momento y cómo se iba poniendo nerviosa. De todos modos no tuvimos mucho que pensar. Mientras Juan la atraía para besarla, esta vez profundamente, Sergio se me acercó por atrás, me arrodilló y, antes de que pudiera darme cuenta de lo que pasaba, me tomó las manos y las ató por detrás de mi espalda. Me susurró: “Así disfrutás del espectáculo”.

Sergio se acercó a Juan y Ceci, que por un lado parecía un cervatillo asustado y por el otro una puta, con los pechos desbordando por los costados de ese vestido, y comenzaron a apretarla entre los dos. Ceci sonrió y susurró: “No sabía que ibas a traer…” y Juan la cortó abofeteándola. “Te vamos a enfiestar, putita”. Sorprendida, Ceci se calló mientras Juan la daba vuelta para que besar a su amigo. Supongo que no esperaba lo que estaba pasando pero evidentemente la excitaba, porque mientras la acariciaban y la manoseaban comenzó a contonearse y a dejarse llevar. Sergio la besaba y le metió una mano debajo, en la entrepierna, mientras Juan le apoyaba su enorme bulto en la cola y le tomaba los pechos por atrás, acariciándolos y pellizcándolos alternativamente. Ceci gemía y no me miraba más. “Mirá cómo te mojaste, putita”, dijo Sergio, mientras sacaba su pija (no tan gruesa como la de su amigo pero totalmente erecta) y Juan desanudaba el vestido de los hombros de Ceci, exponiendo los pechos con los pezones bien rígidos, luego le mordía la parte de atrás del pecho y la arrodillaba para que se comiera la pija de Sergio. Ceci comenzó a mamar bien despacio, como ella sabe, primero lentamente, alrededor del pene, luego los huevos y luego pasando la punta de la lengua por el tronco para volver a la periferia, para que su amante tenga el máximo placer, y sólo luego fue subiendo lentamente hasta tragarse toda la cabeza. Sergio resoplaba mientras ella aceleraba la mamada y Juan le bajaba la tanga, sacaba su pija y se la ensartaba de golpe, sin lubricar. Ceci se arqueó al recibir ese garrote por atrás sin aviso, lo miró alucinada y luego volvió a mamar la pija de Sergio.



Mientras tanto, de rodillas, impotente, me daba vueltas la cabeza y me dolía el pene atrapado dentro del jean, sin poder liberar la tremenda erección que me provocaba ver a Juan y mi mujer moviéndose rítmicamente al unísono, en una sintonía sensual perfecta, mientras ella devoraba a su nuevo amigo. Fascinado, miraba cómo Sergio la agarraba del pelo y le metía la pija en la boca hasta la garganta, y de vez en cuando me miraba sonriendo mientras gozaba.

Luego Juan se sentó en el sofá, con su enorme pija completamente erguida, reluciente con los jugos de mi mujer, y dijo “ahora vas a cabalgar, linda”. Obediente, ella se sacó el vestido y se sentó encima suyo, tirando la cabeza para atrás y dejando escapar un gemido de dolor al empalarse en aquella tremenda erección. Sergio se fue a tomar un trago mientras, besando y lamiendo la cara de Juan, Ceci comenzaba a mover su cadera haciendo “eses” para recibir mejor su pija. “Te siento tan adentro…”, murmuraba, mientras lo besaba y lo miraba a los ojos y movía el culo cada vez a mayor velocidad. Yo me volvía loco. Sergio volvió, se pasó un poco de saliva por el pene y de golpe comenzó a insertársela en el culo. “Ay, me duele…”, dijo ella, y me miró por un instante, pero Juan la tomaba de las caderas para que se siguiera moviendo y Sergio seguía pujando, tirándole del pelo hacia atrás, mientras ella jadeaba de placer y de dolor, hasta que a los pocos segundos se sincronizaron y comenzaron a moverse al mismo ritmo los tres, gimiendo, jadeando, sudando, con Ceci aullando de placer: “¡No puedo más, acabo, acabo!”, gritaba, envuelta en éxtasis mientras se movía elásticamente en el frenesí de la cabalgata y sintiendo esas dos pijas que la rasgaban por dentro. Cuando sintió que Juan acababa dentro suyo, gritó: “¡sí, papito, sí, así!” y movía el culo para exprimir hasta la última gota de su macho mientras Sergio la culeaba sin piedad. Para mí sorpresa, no se detenían: yo sabía que Juan era de hierro, pero pensé que Ceci debía estar sensible y no aguantaría semejante empalada. Pero no paraba de moverse, sin duda deseando sentir la descarga de Sergio en su culo.

Comenzaron a acelerar de nuevo: “¡Movete, puta, mové ese culo!”, gritaba Juan, mientras ella se esmeraba por complacerlo y Sergio le empezaba a pegar en la cola: “¡sí, sí!, aullaba, descontrolada, gritando como una perra mientras Sergio bombeaba cada vez más bruscamente y le pegaba más, y Juan la tenía sujetada del cuello y también le pegaba en los pechos. Yo me volvía loco mirando a mi mujer hecha una puta, gritando, aullando, arqueándose y retorciéndose en éxtasis con dos pijas adentro, mientras esos animales la cogían y le dejaban los pechos y la cola enrojecidas de los cachetazos. Pero a ella evidentemente le gustaba, porque comenzó a moverse y gemir cada vez más fuerte, cerrando los ojos, sin poder contener una nueva explosión para desplomarse encima del pecho de Juan. Sergio sacó la pija, se acercó y sin decir una palabra me la forzó en la boca: “Probá el culo de tu mujer, cornudo”, me dijo, y me pasaba la pija por la cara mientras Ceci y Juan miraban con lascivia cómo me humillaban y cómo yo, lejos de resistirme, comencé a mamarle la pija a Sergio gozando, entregado sin que me importara nada, mientras me mojaba solo dentro de mi pantalón y saboreaba y lamía lo mejor que podía ese garrote duro, venoso, palpitante, que entraba y salía de mi boca. Oí a Juan diciendo: “Mirá cómo le acaba en la boca al cornudo” y Sergio gritó sordamente descargándome un chorro caliente en la garganta que parecía que no iba a terminar nunca, y yo mamaba y mamaba y me tragaba todo.

Todavía arrodillado, abombado, casi dormido, sin tener fuerzas para intentar levantarme, sentí vagamente que alguien me desataba las manos. Cuando pude abrir los ojos, Ceci recogía su ropa y ellos se habían ido.

Fer y Ceci (II) “Nunca me habían cogido así, mi amor...”

Aquí va la segunda entrega de la experiencia vital y cornuda de Fernado, ya para todos Fer (el marido cornudo) y Ceci, la esposa reiventada.

Advierto, he recibido algún comentario y correo en el que me indican que este testimonio no es creíble. La verdad es que lo argumentan de manera correcta y entiendo a los críticos. Obviamente no puedo verificar todas las experiencias que me llegan, mea culpa, y siempre que veo alguna fantasía mental que no real, lo advierto pero respeto todas las opiniones.

En este caso, me fío de Fer. Es posible que exagere un poco y añada literatura o metáforas que pueden inducir a la sospecha pero creo que su narración es buena y de interés para  muchos lectores y lectoras.

Una cosa más. A muchos cornudos como Fer, les pone que el amigo corneador sea un tipo resolutivo, primario y dominante. Nada que decir. Pero quiero dejar claro que entre el blanco y el negro, en toda una variedad de tipos de corneador, hay una amplia escala de grises en la que cada pareja puede encontrar su ideal o el que mejor se acomode a sus gustos.

Disfrutar del relato y gracias a Fer y Ceci por confiar en este humilde blog.




Segundo Encuentro.
Comencé a masturbarme mientras veía maravillado a mi esposa: arrodillada, sumisa, totalmente entregada y a merced de ese tipo


A los pocos días Ceci me dijo que quería volver al club para reencontrarse con su amante. Había sido el mejor sexo de su vida, dijo, y quería repetirlo. Me sorprendió porque no había hablado una palabra del tema luego de aquella noche, por más que yo me moría por saber qué había sentido y sobre todo si fantaseaba con lo sucedido. Pero como su plan me calentaba mucho, la ayudé a prepararse.

Resolvimos que tenía que estar lo más sexy posible. Fue a peinarse, depilarse y pintarse las uñas al salón de belleza mientras yo preparaba la ropa: pantalones de cuero negro, sandalias taco stiletto, una tanga minúscula con un anillo atrás, un corpiño traslúcido que apenas podía contener sus pechos y un top bastante apretado. Cuando el viernes por la noche salimos para el club, luego de dejar a los niños con mi suegra, realmente estaba espléndida; de algún modo tortuoso me excitaba aún más que jamás se hubiera producido así para mí.

Al poco tiempo de llegar apareció el tipo. Quise ir a hablarle, pero Ceci me detuvo. Me dejó solo, sentado en la barra; atravesó la pista de baile con una sensualidad pasmosa (yo no reconocía a mi esposa) y se fue a conversar con él. Me moría de intriga pero todo parecía ir bien, porque al poco tiempo se reían y el tipo incluso la besaba en la boca. Ceci vino a decirme que nos íbamos los tres para casa. Por un lado me sorprendía que ni me preguntase si estaba de acuerdo; por el otro, para qué negarlo, me excitaba muchísimo. El tipo, me dijo, se llamaba Juan. Salimos y tomamos un taxi. Juan la llevaba de la mano. Ceci estaba algo inquieta pero también expectante, y él se daba cuenta y le hacía bromas, le acariciaba los hombros y la besaba como si yo no estuviera con ellos. A mí ni me dirigía la palabra.

Llegamos. Un poco nerviosa todavía, porque nunca había llevado a nadie así a casa, Ceci le ofreció un trago. Juan ni contestó. La tomó de la cabeza y la besó. Ella respondió de inmediato. Fui a buscar unos tragos y cuando volví seguían besándose: Juan le manoseaba la cola mientras ella jadeaba retorciéndose como una gata en celo. Era como si yo no estuviera. La arrinconó contra la pared, le sacó el top y bruscamente le arrancó del golpe el corpiño. Loca de excitación, Ceci lo miraba fascinada. Él le lamió un poco los pezones, que estaban erectos como una roca y luego, como en el club, la arrodilló delante suyo: le pasó la gruesa pija por toda la cara y luego se la hizo comer. Ceci mamaba desesperada, gimiendo de vez en cuando, con lo cual a él se le paraba cada vez más. Le lamía las bolas y luego volvía a comerlo: con las dos manos lo agarraba de la cola, atrayéndolo hacia ella, como si quisiera tragarse hasta el último milímetro de esa pija tan gruesa.



Yo no aguantaba más. Comencé a masturbarme mientras veía maravillado a mi esposa: arrodillada, sumisa, totalmente entregada y a merced de ese tipo. Juan la paró, la agarró del cuello y le dijo: “Te voy a culear”. A mí jamás me había dejado probar por atrás. “Haceme lo que quieras, amor”, contestó. Juan le sacó el pantalón y la tanga y la colocó en cuatro patas sobre nuestro sofá. Por primera vez ella me miró mientras yo me masturbaba frenéticamente y él se desvestía. Ceci bajó la cabeza y levantó la cola, entregándose. Juan la toqueteó un poco mientras ella se mojaba y gemía y levantaba más el culo. Era una perra en celo. Pensé que Juan iba a lubricarla más, pero no: comenzó a penetrar el ano de a poco, mientras ella jadeaba cada vez más fuerte, como si le costara respirar. “Me duele, Fer…”, escuché que decía; pero el tipo no se detenía y la agarraba fuerte de las nalgas. “Me duel…”, repitió, y Juan le pegó en la cola. "Callate". Imperturbable, forzaba su pija cada vez más adentro mientras ella gemía suavemente, toda sudada, con la cola roja donde le había pegado. Se resistía todavía un poco, pero Juan no cejaba.

De repente la tomó del cuello, y mientras le pegaba de nuevo en la cola, bastante más fuerte esta vez, se la metió de golpe hasta el fondo. Ceci gritó de dolor y a la vez de placer. Juan la atacaba cada vez más fuerte. “¿De quién sos, puta?”, preguntó, y le pegó de nuevo. “¡Tuya, tuya!”, gritaba ella. Ya no se resistía y me miraba de reojo mientras trataba de sincronizarse con la arremetida para que no le doliera tanto. Yo no podía resistir esa visión del semental montándose a mi esposa como a una perra, haciéndola aullar de placer, y pronto acabé. Juan me miró: “Ahora le lleno el culo de leche”. Aceleró los embates y Ceci pasó de los gemidos a los gritos desesperados mientras él le seguía pegando en las nalgas y chocaba cada vez más rápido contra su culo enrojecido: “¡Sí, sí, más!”, gritó en éxtasis, mientras le tiraba su pelo hacia atrás como una yegua y ella llegaba al orgasmo al sentir el chorro caliente de leche explotando en su recto. Juan se desplomó sobre mi mujer. Ceci lo acariciaba, lo besaba y hasta creo que lloraba. Le susurraba al oído: “Nunca me habían cogido así, mi amor...”. Él la miró. Se levantó sin contestarle y comenzó a vestirse mientras ella todavía jadeaba, tirada en el sofá. Luego la besó, lamiéndole apenas los labios, y dijo en voz alta: “Me llamás la semana que viene, putita”. Y al salir me tiró la tanga de Ceci en la cara.



Tercer Encuentro. 
Juan me decía “probá, cornudo: eso es verdadera leche de macho” mientras mi esposa me besaba después de ser lefada y yo me tragaba voluntariamente todo

Habíamos abierto la caja de Pandora. Ceci sólo pensaba en su amante y seguíamos teniendo sexo ocasionalmente, pero lo que realmente nos disparaba ahora era hablar de Juan, pensar en Juan, fantasear con Juan. A la vez tuve que reconocer que la cosa tenía su ventaja: Ceci se sentía evidentemente más deseada y atractiva, se arreglaba más y emanaba una seguridad que jamás le había visto. Eso la volvía mucho más sexy. Luego de masturbarme contándome cómo fantaseaba con Juan, me dijo una noche que quería que saliéramos a comer con él. Me puse incómodo, por un lado, porque esperaba que la cosa fuera sólo sexual, y por el otro porque el tipo ni me dirigía la palabra cuando nos encontrábamos.

Pero el vértigo nos hechizaba y nos preparamos. El encuentro sería el jueves por la noche. Ella se esmeró para entregarse a su nuevo macho: una camisa blanca apretada, que insinuaba a todas luces sus pechos, una apretada pollera tubo gris, sandalias rojas de taco alto y debajo, me dijo, nada. La mezcla de timidez y sensualidad era irresistible. Pero los dos sabíamos que no era por mí.

Llegó el jueves. Luego de observar en casa durante una hora agónica pero deliciosa cómo Ceci se vestía, peinaba y maquillaba para Juan, a las diez de la noche llegamos al bar. En la penumbra Juan nos esperaba en una mesa. La recibió a ella con un beso corto en la boca, y sentó a Ceci entre ambos. Pedimos unos tragos, hablando del clima y de cualquier trivialidad, tratando de disipar el resabio de incomodidad que provocaba aquella situación extraña. Juan la hacía hablar y apenas me miraba; de vez en cuando le daba sorbos del trago, la besaba en la boca y le decía lo linda que estaba. Como siempre yo languidecía sin saber qué hacer, entre humillado y excitado. En un momento Juan alabó la camisa de Ceci y con un dedo le rozó deliberadamente un pecho. Ceci estaba un poco nerviosa todavía. A los pocos minutos él bajó la mano debajo de la mesa y comenzó a acariciarle un muslo. Ceci dio un saltito y lo miró con cara picaresca pero, naturalmente, no hizo nada para detenerlo. Sólo entonces Juan comenzó a hablarme a mí, mientras acariciaba el muslo de mi esposa, que comenzaba a agitarse. Con una sonrisa medio irritante, medio condescendiente, me hablaba de fútbol o de política mientras manoseaba a mi mujer. Yo no entendía lo que me decía. Sin parar de hablar, con toda la tranquilidad del mundo, poco a poco subió la mano por el tajo de la pollera hasta el clítoris y empezó a masajearla. Con los ojos casi cerrados, Ceci se mordía los labios, jadeaba y apenas podía contener los gemidos: “Ay, Dios, no aguanto, Fer, no puedo más…”, murmuró; hasta que se dejó llevar por ese toque experto, tiró la cabeza hacia atrás y explotó en un gemido ronco mientras el tipo la tocaba descaradamente y yo me volvía loco. La gente de la mesa de al lado se dio vuelta para ver qué pasaba. Mientras yo sonreía para tranquilizarlos, totalmente turbado, Juan sacó la mano y le dio a probar a Ceci su dedo mojado. Ella lo lamió y hasta creo que lo saboreó. El tipo había transformado a mi mujer en una terrible puta.


Ceci se levantó y nos agarró a los dos de la mano. Por el camino me soltó, pero nos condujo al fondo y nos metimos los tres en el baño. Trancó la puerta y, sin decir una palabra, con una sonrisa adorable, nos bajó los pantalones y se arrodilló. Yo ya estaba totalmente erecto, así que se concentró en Juan. Su pija en reposo era más grande que la mía. Ella comenzó a comérsela entera, acariciándole los huevos con la mano mientras él le agarraba la cabeza impulsándola adentro y afuera, hasta que su verga se levantó y alcanzó todo su esplendor. Mi pene hacía un triste papel al lado de esa cosa tiesa, dura, imponente. Ceci seguía devorando a su amante y de vez en cuando me daba unas lamidas rápidas. Juan me miraba sonriendo y me daba vueltas la cabeza. Con los dos ya bien erectos, Ceci comenzó a alternar un poco y nos la mamaba un rato a cada uno. Estaba radiante, liberada, totalmente desinhibida, tragándose dos vergas como si fuera la cosa más natural del mundo. “Qué bien que se la come tu mujer, eh”, dijo Juan: “Dale, putita, ¡comé, comé!”. Ceci obedecía acelerando la mamada y masturbándonos con una mano a cada uno. La combinación del placer oral con la sensación exquisita de ver a mi esposa lamiendo la pija del semental me aflojaba las piernas. Ceci empezó a gemir, evidentemente gozando tanto como nosotros, y no pude contenerme más y acabé en su espalda y en su cuello, y Ceci se concentró con todo gusto en la cabeza palpitante del pene de Juan. El tipo la agarraba del pelo y se la metía hasta la garganta, mientras yo a duras penas me apoyaba en la pared, y de repente gritó “comela toda, perra”, sacó el pene y le acabó en la cara a mi mujer, que abría la boca tratando de no dejar caer ni una gota de ese chorrazo de leche. Luego ella lo limpió con todo cuidado, saboreandolo, lamiendo su verga enorme hasta la última gota, se paró, me miró y me besó pasándome toda la leche de Juan. Yo no lo podía creer. Ceci me lamía la oreja, Juan me decía “probá, cornudo: eso es verdadera leche de macho” y yo me tragaba voluntariamente todo. Cuando abrí los ojos Juan se arreglaba el pantalón, la besaba de nuevo y nos dijo que la semana que viene quería vernos otra vez.

Mientras lo miramos alejarse por el pasillo, creo que yo estaba más excitado que ella.

CONTINUARÁ...


Fer y Ceci (I) Aquel desconocido me dijo: “Mirá cómo le doy de comer a tu mujer” yo, inmóvil, no salía de mi asombro y lo disfrutaba más que ella

Una pareja argentina me ha enviado su primera experiencia en un local swinger y su bautizo blanco como cornudo consentidor. Lo cuenta Fernando, el marido. Una vez verificado el contenido y las imágenes aquí va su publicación.
Una llamada de atención para esos maridos que se rompen el coco dando vueltas a cuándo y cómo se lo plantean a sus esposas: diálogo, ver videos del tema y, claro, siempre ayuda visitar en pareja este humilde blog.
Disfrutar de la experiencia de estos amigos.



Somos Fernando y Cecilia, matrimonio argentino en los 40s. Ceci es morocha, de altura media tirando a alta; tiene unas piernas largas, cierta pancita y unos pechos grandes que en la calle suelen atraer miradas de los extraños. Dominante en la vida cotidiana le excita mucho ser sumisa en el sexo, la atraen ocasionalmente las mujeres y tiene un marcado fetiche con los hombres mayores iniciando jovencitas. Como desde hace un tiempo tengo la recurrente fantasía de ser cornudo venía “preparando el asunto” mirando juntos videos de DP, cuckold, gangbang y todas esas guarradas. Cuando podía, sacaba indirectamente el tema; ella sólo lo aceptaba como fantasía compartida y sostenía que no quería pasar a los hechos, pero fui notando que el tema la atraía cada vez más.

Finalmente, hace pocos días, alguien de la familia nos sorprendió diciendo que podían cuidar una noche a los niños. Por fin podíamos disfrutar de una noche libre. Le anuncié que quería salir a un club swinger (solo a mirar, por supuesto) y pasar la noche en un hotel. Pensé que iba a tirarme algo por la cabeza, pero aceptó. Tuvimos dos veces sexo en el hotel y llegó la hora de prepararnos para salir. Se encerró en el baño y luego de un buen rato salió. Jamás la había visto tan sexy: una blusa suelta, minifalda negra de cuero, el pelo recogido en una colita, las uñas de manos y pies pintadas de negro y sandalias de taco muy alto que realzaba su cola. Debajo, me mostró la tanga estilo “hilo dental” que le había regalado para la ocasión…

En el club nos sentamos cerca de la barra y tomamos un par de tragos mientras iba llegando la gente y comentábamos los personajes que aparecían: las parejas, mucho más atractivas de lo que nos habíamos imaginado, y los depredadores, que rondaban solos, unos algo sórdidos y otros más atractivos. Al principio Ceci estaba pudorosa: no se animaba ni siquiera a levantar la vista y me miraba sólo a mí. Poco a poco, con la atmósfera, los tragos y el show erótico de los strippers se fue “aclimatando”. Todavía evitaba la mirada de los hombres y las parejas que pasaban y me decía que si alguien venía a hablarnos se moriría de vergüenza. Me confesó entre risas que cuando yo había ido al baño una mujer se le había acercado a charlar y ella la había espantado. Nos besamos bastante y noté que no le molestaba que la tomara abiertamente del culo en medio de tanta gente.



Luego del show comenzó la música. Compramos unos tragos más y salimos a la pista, todo el mundo se animaba. A mí no me gusta bailar (menos los ritmos latinos) pero a ella sí y sobre todo le fascina el reggaeton. Yo me movía como podía, sintiéndome un robot y ella se animaba a bailar cada vez más. No conocíamos los “códigos” del lugar pero era evidente que algo pasaba con las miradas, con la gente que pasaba rozándonos o se ponía a bailar al lado. De a ratos Ceci me decía que alguien la rozaba y pasaba de largo. Le daba mucha vergüenza pero seguía bailando. Yo me fui cansando de bailar y me quedaba parado en mi lugar, moviendo apenas los brazos, ella bailaba entusiasmada.

Al rato me di cuenta que bailaba al lado de mi esposa un tipo maduro, medio canoso, agradable y de buen físico. Pronto intuí que era el tipo de hombre que podía atraerle a Ceci. Sentí un poco de envidia y me di cuenta al viéndole bailar lo torpe que yo era y la desgana que siempre he mostrado en las pistas de baile y más en esa ocasión en la que era un pasmarote en el centro de la pista. Ceci seguía bailando y el tipo nos rondaba de a ratos como una especie de tercero en la pareja y de a ratos casi interponiéndose entre nosotros. En un momento me miró y no supe qué hacer, salvo sonreír estúpidamente. La cosa es que siguió acercándose y como Ceci no lo rechazó ni yo hice nada para impedirlo, comenzaron poco a poco a bailar entre ellos más que ella conmigo.

Primero se rozaban y luego se acercaban más y más. Ceci, de espaldas, comenzó a hacer el “perreo” rozándose cada vez más, ambos subiendo y bajando sincronizados, como si se conocieran de siempre y ella apoyándose de espaldas en su cuerpo.


Yo ya era el tercero. El tipo no dejaba de mirarme no sé si con la intención de pedir mi consentimiento o simplemente de situarme en mi sitio de manera humillante. No sé paró y el tipo comenzó a acariciar a mi esposa mientras bailaban, primero en los hombros, luego en la cintura… Todo de forma sutil como si formara parte del baile pero estaba claro que no era así. Ceci se contoneaba y se movía cada vez más. Estaba hermosa, desinhibida, y parecía haber perdido cualquier pudor. Me dio un poco de celos comprobar esa sintonía entre ellos, pero a la vez no podía dejar de mirarlos.

De repente, todavía bailando de espaldas al tipo, Ceci tiró la cabeza hacia atrás y se apoyó más, mientras él la acariciaba cada vez más explícitamente y le hundía su cara en el pelo. La visión era magnética: Ceci lucía fantástica, suelta, libre, moviéndose súper sexy al ritmo de la música sobre esos tacos altísimos y se completaba a la perfección con ese fulano al que jamás habíamos visto.

De repente él la tomó de la mano y me dijo “Vamos a dar una vuelta”. No me salió ni un solo gesto. Ceci me tomó a su vez de la mano y nos dejamos llevar. Ella volteó para atrás para mirarme apenas un instante. Estaba radiante. El tipo nos llevó por un pasillo y, sorteando un guardia, entramos a una sala con luz todavía más oscura. El corazón me latía a mil por hora. Era lo que había venido a ver: en la penumbra de las luces de color, tratando de no pisar a nadie, atisbaba al pasar auténticas escenas explícitas de porno mientras el tipo nos llevaba a los sillones de una de las esquinas más alejada.

Me sentó en un sillón como si fuera un niño y la paró a Ceci, que todavía me agarraba la mano, y la puso mirando contra la pared. Creo que ella no esperaba algo tan abrupto: mientras él comenzaba a apoyarse sobre ella, frotándose, acariciándola, manoseando su cuerpo, haciéndole sentir su erección, ella me apretaba nerviosa la mano. Yo no lo podía creer lo que veía. Con la mano izquierda él le giró la cabeza hacia atrás y la besó, y luego le metió la mano izquierda por debajo de la blusa, acariciándole los pechos, mientras que con la derecha le acariciaba el costado de las piernas y se restregaba contra ella. Ceci dijo “no… no”, pero apenas estaba susurrando y el tipo siguió.



Yo estaba como loco. Mientras ella seguía resistiéndose un poco el tipo le mordió la parte de atrás del cuello y ahí Ceci no pudo resistir. Ya era suya. Haría con ella lo que quisiera. Me soltó la mano y se entregó por completo mientras el tipo le metía la mano alevosamente debajo de la falta y la tocaba. El tipo sacó el corpiño y me lo tiró en mi cara, mientras ella se dejaba manosear como si yo no estuviera ahí: de espaldas, entregada, retorciéndose de placer, dominada por ese tipo con el que no había intercambiado ni dos palabras. De repente él la dio vuelta, contra la pared, y la puso en cuclillas. Ceci ni me miraba. El tipo sacó una pija imponente, bastante más gruesa que larga, totalmente erecta, y se la pasó por la cara a mi esposa, por todos lados menos por la boca, para volverla loca. Ceci miraba suplicante hacia arriba. El tipo me miró y dijo: “Mirá cómo le doy de comer a tu mujer”. Y se la metió en la boca. Ceci le acariciaba los huevos con una mano y con la otra empujaba a su macho cada vez más adentro. Estaba desatada. Lo devoraba y se esmeraba por complacerlo desplegando todas las armas: pausando el ritmo, acelerando, tomándose el tiempo necesario para lamer bien la ingle, los huevos, el tronco del pene, para finalmente comerse la cabeza y darle a su macho el máximo placer. El tipo gemía y yo, al borde del infarto, gozaba mirándolos. Jamás estuve tan excitado.

El tipo la levantó de la colita del pelo y la tiró bruscamente en cuatro patas sobre el mismo sillón donde yo estaba sentado, casi encima mío. Apenas intercambiamos una mirada fugaz mientras Ceci se agarró con una mano del respaldo y con la otra de mi pecho, sabiendo lo que venía, mientras él le subía la minifalda, le corría la tanga, con una mano la tomaba del pelo tirándole la cabeza hacia atrás y con la otra la tomaba del culo.

Ceci me dijo “Fernand…” mientras el tipo la penetró de golpe y luego comenzaba a bombear lentamente. Ella decía “no, no… n…” pero era evidente que estaba gozando como una loca. El tipo sabía bien lo que hacía: comenzó a bombear con calma, despacio, acelerando progresivamente, mientras Ceci se soltaba por completo y pese a la gente que había alrededor no podía contener los gemidos y me agarraba cada vez más fuerte la mano. Desbocada, jadeante, ahora la veía a mi esposa gritando “¡sí, sí, más!” mientras su macho la montaba como una puta y aceleraba los embates tirándole el pelo hacia atrás para que yo pudiera apreciar bien la cara de éxtasis de mi mujer. El tipo era realmente una máquina. Ceci gemía y de a ratos murmuraba “ay, Dios, la tenés dura… tan dura”. Yo jamás hubiera podido montarla así, con esa maestría, esa resistencia, esa intensidad. Ceci se retorcía y gritaba, arqueándose de placer, mientras el tipo le daba cada vez más duro y le pegaba en la cola. “¿Te gusta?”, me decía. Yo asentía, hipnotizado. Disfrutaba la forma en que un verdadero macho alfa satisfacía a mi esposa mil veces mejor de lo que yo podría hacer jamás, y afloraba la puta que ella tenía adentro. El tipo aceleraba cada vez más, y Ceci se retorcía de placer y me decía “¡lo siento adentro, tan adentro!”. El tipo bombeaba como un salvaje y se oían sus huevos pegando en la cola de mi mujer, hasta que le tiró la cabeza del pelo bien atrás, como si frenara un caballo, e hizo que ella me mirase mientras gemía “¡Acábame adentro! ¡lléname de leche!” y recibía la carga gritando “¡sí, sí, sí!” y su macho daba los últimos asaltos a ese culo maltratado, mientras ella acababa temblando con los ojos cerrados.


El tipo se levantó, con la pija todavía dura, toda mojada, enorme, reluciente, agarró a mi mujer de la cabeza y se la metió en la boca: “Limpiá”. Y Ceci lo devoró, tragándose hasta la última gota de leche. Confieso que quizá me hubiera gustado ayudarla. Y luego el tipo me lanzó una mirada un poco despectiva y se fue. Mientras Ceci me miraba arrodillada, preciosa, jadeante, llena de leche de su macho, pensé que jamás me había enamorado tanto de ella.

Solo dos cosas. El corneador, la verdad, iba un poco sobrado. Tampoco hay que ir tan sobrado, hay otras formas de marcar autoridad. Y una recomendación para Fernando, seguro que a la próxima bajas al pilón, elige el momento y no decepciones ni a tu esposa ni al corneador de turno, preparate.
AT.
("UA-21720468-1")