Sólo se la chupo a mi marido

En los inicios de siglo visitaba un famoso local de intercambio de parejas de Madrid. ¿No recuerdo el nombre o no quiero acordarme? que diría el maestro Don Miguel. Sí hay alguna psicóloga casada entre la audiencia puede analizar por qué no puedo o no quiero acordarme, estoy abierto y espero que la psicóloga también lo esté. Solo diré que cerca del local está uno de los parques más bonitos de Madrid, donde puedes retirarte por unas horas, meditar, disfrutar del paisaje y su estanque, tener un paseo romántico con alguna señora casada donde poder hablar de lo humano y lo divino.


Bueno, voy a centrarme porque me pierdo por los cerros de El Retiro. Como digo, se trataba de un local de intercambio. El sitio había sido con anterioridad un pub tipo inglés donde parejitas y amigos se tomaban una copa o aquellos cafés irlandeses que tan famosos eran en esos tiempos. El dueño del local, probablemente a la vista de los resultados económicos, debió de pensar que le haría más dinero si lo transformaba en un sitio de intercambios. Es curioso, pero había mucha pareja swinger que disfrutaba de estas prácticas y que con espíritu emprendedor se lanzaba a poner un local o transformar otro y dar este servicio a los "intercambiadores", la mayoría de aquellos locales estaban montados por parejas del “ambiente” o se utilizaban güisquerías en situación ruinosa, también conocidas como puticlubs, que se reciclaban en locales para parejas, los tiempos cambian y el que no se adapta “kaput”.

El local tenía a la entrada la típica barra-pub. Forrada de madera y al fondo de la misma una estantería barnizada con un sinfín de botellas de güisqui, ginebras y accesorios de coctelería que los anteriores bármanes usarían para realizar los clásicos combinados. La verdad es que para la clientela que atrajo la nueva finalidad: el intercambio o trío, el cóctel era lo de menos más bien el match o contacto con final feliz especialmente para la esposa o novia.

Una cortina de simulado terciopelo negro al final de la barra conducía a una sala, la clásica sala de pub que en los 70, 80 y 90 en Madrid había por doquier. Todavía queda alguno en zonas céntricas de Madrid y es una pena que desaparezcan porque eran un buen lugar para el encuentro y disfrutar una copa o una conversación interesante y si surgía un magreo del bueno en la zona poco iluminada. En esta sala del local se producía el primer contacto entre parejas pero lo habitual era el de la pareja solitaria que tenía una primera charla con algún tipo que iba solo al local o que quedaba con ellos tras algún enlace previo en alguna de las revistas que tenían ese fin: ¿recordáis Climax, Lib, Charo Medina o la sección de contactos liberales de Segunda Mano? Qué tiempos, cómo nos ha cambiado internet y las redes sociales.

No puedo pontificar sobre las prácticas de los locales de intercambio, no dudo que se produjeran alguno y no solo entre dos parejas, pude ser testigo y participar en encuentros de tres y hasta cuatro parejas pero lo habitual, lo clásico, de lo que se trataba, era la de matrimonio solitario que buscaba algún hombre bien plantado para que le diera conversación, “de la buena”, a la esposa. El marido por lo general tenía una discreta participación y casi siempre estaba de “miranda” del encuentro de su señora con el tipo de turno. Digo "de turno" aunque muchas veces se producían tríos más sólidos que muchos matrimonios en aquellas paredes y el encuentro entre la pareja y el amigo se repetía en muchas ocasiones. Qué compleja es la sexualidad en el matrimonio, ¿verdad?



Recuerdo un viernes de febrero madrileño, de esos de mucho frío. Salía de trabajar, serían sobre las 18 horas con la cabeza como un bombo después de revisar y ajustar unos textos para un reportaje en grupo. Estaba cerca del local y fui andando y disfrutando del frío que me aclaraba las ideas, solo pretendía tomar una copa ya que daba por hecho que no habría mucho público. Llegué sobre las siete, lo acababan de abrir. Solo estaba detrás de la barra una chica que solía llevar las relaciones públicas y actuaba para facilitar los contactos y cuando no estaba el encargado que hacía de jefe de barra era la que te servía las copas.

A los hielos de la copa le siguió un chorro de Johnnie Walker, era la única botella que me daba cierta confianza en aquel local. Por cierto, me vais a permitir que haga una loa a favor de esta marca, es verdad que en aquella época me parecía un güisqui del montón pero en la actualidad han conseguido la excelencia, lo recomiendo solo o sin hielo si se disfruta en soledad y con hielo limpio si acompaña a una conversación.

La chica, recuerdo que tenía un punto de belleza arrabalera, trasteaba en la barra y debía estar poniendo orden a la sala, seguramente la noche anterior hubiera habido lío. Cuando terminó estuvimos charlando y me estuvo vendiendo el nivel de las parejas que acudían al local a diferencia de otros sitios de Madrid que ya llevaban varios años abiertos. El caso es que estábamos los dos solos, mi cabeza se iba despejando. Por unos minutos la muchacha se perdió por el interior del local.

En la sala que estaba a continuación de la barra, tras una cortina, la formaban asientos pegados a la pared, con mesas de café, no había mucha luz pero si la suficiente para distinguir a las personas que solían charlar con discreción y mirar, sobre todo mirar. El primer contacto visual era el código ideal que entonces se utilizaba como paso previo. En el lado derecho de la sala, creo recordar, una escalera subía a otra que siempre tenía la puerta cerrada. Esta sala, en la que también tuve el placer de torear, se dedicaba para grupos más reducidos, digamos que un apartado VIP donde se podía estar más tranquilo si se trataba de una pareja con otra o de una pareja con un chico o dos. Abajo también había otra puerta a nivel de planta que daba lugar a una sala de encuentros más amplia, alfombrada de colchones divididos por estrechos pasillos y en donde se follaba a la vista de todos los que estábamos allí, al final había unos aseos que cuando se abrían su luz iluminaba escenas de matrimonio con amigo, os podéis imaginar.

Yo seguía disfrutando de la copa y meditaba sobre el siguiente dilema: tomar otra e irme a casa o terminar y acercarme a la cervecería donde me veía con otros amigos y amigas que estaban fuera de este “ambiente”. En eso que llegó la muchacha y fuera de la barra se puso a mi lado y soltó: “tengo una pareja dentro, les gustaría conocer a un chico, les he dicho que te iba a preguntar…”

Cogí mi copa y seguí a la chica que hizo una presentación muy breve y a la que sólo respondió el marido. No sabría decir su edad, eran de esas parejas que podrían estar en la frontera de los 45, bien arriba o bien abajo. El tipo fue muy educado y simpático desde el primer momento, estaba vestido a diferencia de su mujer una señora bien plantada con el pelo rizado, con curvas y que solo llevaba un amplio sujetador que cumplía su función con unos tetones de gran calibre y unas bragas a juego. La simpatía del marido contrastaba con la seriedad de la esposa que como ya sabía no era tal si no un escudo para esconder la timidez ante la situación.



No esperé a que el marido me indicara donde sentarme si no que me puse al lado de la señora dejándola en el medio, entre su marido y yo. Los únicos que hablábamos éramos el marido y yo, la esposa seguía seria y atenta a lo que decía, asintiendo a las aseveraciones de su pareja cuando me confesaba que no eran habituales del local ni de este tipo de prácticas. Tengo que deciros que el marido no se movió en ningún momento siempre permaneció sentado y yo empecé a meter mano a la esposa a la vista de que la conversación se empezaba a atascar. La esposa continúo sería, pero se mostró muy receptiva al magreo. Me creí lo de su falta de experiencia, aunque yo en aquella época tampoco era un máster, y opté por el magreo romántico y que no era otra cosa que besar los labios de la esposa antes de empezar a acariciarla por encima de la braga y notar el grado de humedad de la zona. No sé si era una pose ante el marido el caso es que parecía estar besando a una colegiala a la que su timidez le impedía mostrar sus deseos. Ante la impasible actitud del marido opté por quitarme la ropa y estar desnudo para la faena y a continuación quitarle la braga a la esposa, resultó difícil porque tenía un culazo maravilloso y costó, una vez tuve las bragas en la mano se las di al marido indicándole que se hiciera cargo de ellas porque teníamos la sala solo para nosotros y podíamos acabar en cualquiera de los colchones.




No os lo puedo asegurar, pero creo que la esposa agradeció que pasará a una actitud activa. Aunque había poca luz pude distinguir un buen chochote, sin forma definida y provisto de una buena mata de pelo. Sí mis queridos lectores en aquella época era muy normal encontrarte con esos chochos peludos que tenían su encanto y belleza. Intenté quitarle el sujetador pero era de estos antiguos y el marido tuvo que echarme una mano, también se encargó de su custodia. Bebí un trago del Johnnie y después de situarlo en el pollete me incliné para besarle y olerle el sexo a la nueva amiga. Me entretuve, la verdad, y pude comprobar como el marido sin mover un dedo se limitaba a mirar y mirar. Empecé con los dedos a la vez que ya me comía la boca de la esposa de manera más guarra, no le hizo ascos y me siguió el rollo. Estuvimos así un buen rato, yo empujaba su cabeza con mi boca para que el contacto físico que tenía con su marido y que en ningún momento se interrumpió fuera más intenso.

¿Quieres a cuatro? Le dije, pero no lo entendió y fue el marido el que le explicó e indicó la postura. Como os digo no dejaron los dos de estar en contacto y cuando ella se puso a cuatro agarró con su mano la de su marido y la otra le sirvió para apoyarse en él. Pude disfrutar de la visión una mujer con curvas, con unos muslazos de diez y con un culazo maravilloso en pompa. Ni que decir tiene que lo estuve acariciando, besándolo y diciendo en voz alta -para el marido- las bondades de esa postura y de ese culazo casado. El cachondo del marido mostró esa cara que ponen los consentidores y que denotan el placer que siente por el rol que desempeñan en la situación. Comprobé que mi rabo estaba para el momento óptimo del enrabe, y así lo hice, no sin antes abrir con mis manos las dos cachas del culazo y ver la situación de la raja y por donde debía dirigir la trayectoria. Fue sencillo, ya os digo que se trataba de un pepote grandote y con el chorreo que denotaba de un solo empeño entró casi hasta el inicio de mi polla. Cuando la esposa esta apoyada en el marido mientras follo en esta postura, siempre me ha gustado embestir con fuerza para que el esposo note el empuje, lo sigo haciendo con el paso de los años. Estuvimos un buen rato así, no había palabras, solo la actitud impasible del marido aguantando los envites y la esposa con su actitud seria pero recibiendo el placentero mete saca de mi cipote.



El lector atento podrá pensar en este momento que una de las artes de la esposa con el corneador de turno se había saltado. Efectivamente, me refiero a que la esposa disfrute de una mamada libre, delante del marido, a un extraño que acaba de conocer. Después de darle bien, opté por sacarla, dirigir su cuerpo para que se diera la vuelta y poner mi rabo a la altura de su cara. No había hablado mucho la esposa, salvo dos o tres comentarios y asentir a todo lo que decía su marido pero en ese momento, cuando tenía la cabeza de mi polla a escasos centímetros de su cara, con firmeza, me soltó: “Solo se la chupo a mi marido”.

Me quedé un poco sorprendido y pensé entonces que podría ser verdad que se trataba de novatos. Fueron unos segundos que pasaron como horas, yo seguí con mi rabo tieso y con mi capullo apuntando al centro de su cara, miré al marido y me pareció entender un gesto como de confirmar la terrible aseveración de la esposa. Por eso, no dije ni palabra, si no que le volví indicar que se pusiera a cuatro, ayudándola, y volviendo al enrabe. El marido apretaba fuerte la mano de su esposa y acercándose a su cara, en murmullo, observe que le decía algo al respecto de la mamada. Yo en este caso, y ante el deseo de la esposa, solo hago lo que ella prefiere, sin insistir, siempre hay que ser un caballero. Ahora bien, el marido se incorporó un poco, la primera vez que lo hacía desde que empezamos. Yo sabía que no iba a cambiar esa actitud pasiva. Ya sabéis que muchos maridos en estos juegos se limitan a mirar y poco más, este ni siquiera se sacó el rabo para pajearse, supongo que lo haría luego en solitario y en casa.

Ligeramente incorporado me hizo una señal con su mirada inclinando la cara a la derecha en dirección a su mujer. No entendí muy bien y di por hecho que tocaba sacar el rabo, mantenerla tiesa y volverla a poner a la altura de la cara de la esposa. Me di dos pajazos con la mano para acelerar la lefada. La excitación del marido se notaba y más cuando dijo la esposa: "en el pecho", yo aún no estaba aún preparado para disparar por lo que seguí pajeándome a escasos centímetros de ella, dejé mi rabo suelto y os podéis imaginar como se quedó mi cara cuando sin decir nada, ella me agarró el rabo y se lo metió en la boca. Eché en falta una mamada más profunda pero tampoco tuve opción según se metió medio capullo de manera atropellada le solté dos lefazos de los que solo se escaparon fuera de su boca unas gotas por la barbilla. Y ya sabéis, se produce ese momento tenso en que termina la excitación y mi falta de experiencia hizo que según sacaba el rabo se soltaran otros dos disparos blancos, más leves que los anteriores pero suficientes para que impactaran en la rolliza cara de la esposa. El marido dejó de mirarme para centrarse en su esposa y empezar a besarla. Qué cabrón, no dejo escapar ni una gota, consciente o inconscientemente.

A partir de entonces, silencio y ligeros cuchicheos entre ellos. Entendí que era el momento del matrimonio y que el amigo, yo, sobraba en ese momento. Aproveché al ver que la chica del local entraba acompañando a otra pareja para ir al aseo. Me vestí y dándole la mano al marido para después besar, en la mejilla a la esposa, decirles que había sido un placer y que esperaba que volviéramos a coincidir en otra ocasión. Note cierta sensación de culpabilidad en la esposa que se levantó para ir al aseo cuando yo abandonaba la sala.

Iba a tomarme otro Johnnie pero eran las nueve y me daba tiempo a ir a la cervecería donde quedaba los viernes con mis amigos y me encontraría con otro tipo de ambiente aunque en las horas siguientes al encuentro con esa pareja, como ocurría siempre, se te pasaba toda la película y especialmente los detalles más subidos que te producían otro latigazo de placer en la mente.

Llevaba el abrigo en la mano, la barra ya estaba llena de gente, alcé la mano para despedirme de la relaciones públicas pero me pidió que esperara un momento, salió de la barra y se acercó a mí, ¿qué tal ha ido? Le dije que bien, que un poco novatos pero me respondió con una sonrisa y… “pues vienen mucho desde hace tiempo” para terminar, “seguro que ahora me dicen que les presente a otro amigo”. Puse en mi cara una sonrisa cómplice y le aseguré que yo había hecho todo lo que podía pero que estaba seguro de que ella necesitaba más y no quise entrar en precisiones porque veía que me iba a pedir más detalles pero no iba a soltar ninguno ya que estos detalles se quedarían, como siempre, en la sala hasta hoy que lo comparto con todos vosotros, mis queridos lectores y lectoras.

Al salir noteé un golpe de frío que me sentó fenomenal. Caí en que no habíamos intercambiado los teléfonos como había hecho con otras parejas, no hubo intención por la mía ni por la de ellos. Normal, en parejas muy convencionales de entonces se trataba de un desahogo y estoy seguro que cuando salieron del local se dirían que no lo volverían hacer pero seguro que acabarían volviendo aunque le costara al marido convencer a su rolliza esposa. Iba andando y al recordar volví a sentir el inmenso placer de su enorme culazo mientras la follaba a cuatro, del gesto del marido al verme follando a su esposa, de la cara de ella con su gesto tímido pero que se transformó en placentero cuando medio capullo mío entró en su boca, sin contar su gesto de fingir sorpresa al notar la lefada en cara…. Y eso que solo se la chupaba a su marido, supongo que eso se lo diría a todos siempre que el marido estuviera delante para encanchondarle más.

Meditando sobre aquel encuentro, revisar los detalles y la charla que tuve después con la chica del local me convencí de que no se trataba de una pareja novata, todo lo contrario, y que esa actitud de primerizos formaba parte de su fantasía y seguramente el gesto, la actitud y la frase "solo se la chupo a mi marido" aunque después de tragara medio rabo con ganas formaba parte del rito de su juego. Qué complejo es a veces el sexo en el matrimonio.

Y una última conclusión, es una pena que hayan desparecido la mayoría de estos locales, tenían su encanto y cuando se producía algún match con algún matrimonio o con alguna de las chicas solitarias que también iban, pocas pero también iban, era un placer especial. Ese ambiente, esa cachondez y esos calentones no los igualan los match de las redes sociales y eso que han facilitado mucho más los encuentros pero en detrimento de aquellos viejos y románticos locales de intercambio.



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