El marido: "Mi esposa ya iba muy suelta y al ver la erección del amante se sentó en la pija, por supuesto, sin forro"

Os dejo el testimonio de un buen amigo que se ha iniciado con éxito en estas artes amatorias, eso sí, desde la posición de cornudo consentidor “proactivo”. Seguro que muchos de vosotros os sentiréis identificados y otros muchos le tendréis una sana envidia por lograrlo. También incluyo unas imágenes y prefiero seguir a parte.
Me refiero a la belleza de la esposa de este buen amigo. Qué cuerpo, qué elegancia y como leeréis que gran amante. Seguro, cabrones, que disfrutáis más de la visión de la esposa que de la confesión del cornudo
Por cierto, agradezco a la esposa las fotos y en especial una muy singular, permitirme que no dé más detalles y que, por supuesto, no he publicado. Obviamente también dejo por escrito mis gracias a este amigo y espero que pronto nos vuelva a hacer cómplices de sus aventuras, bueno, las de su esposa.



Hola, Alberto.
Te confieso que aunque soy seguidor de tu blog desde hace años nunca, hasta la cuarentena de la pandemia, le había comentado a mi esposa su existencia y contenido.
En aquellos terribles días de cuarentena fantaseamos a menudo sobre nuestros gustos sexuales y le enseñé tu blog, el de Alberto Toro, el auténtico.
En aquellos días leyó alguna de las experiencias y testimonios de maridos cornudos, esposas y tus fantásticas entrevistas.
Una vez que conoció tu blog avanzamos en nuevos gustos sexuales que son tu especialidad. Después de ver algunas fotos de amigas tuyas con la dedicatoria y comprobar el respeto que muestras hacia ellas no me puso ningún problema para hacer las fotos con tu dedicatoria favorita “Para el gran amigo Alberto Toro”.
Espero que te hayan gustado las fotos con esas hermosas nalgas y la dedicatoria.

Nota de Alberto Toro. Tuve ocasión de hablar con este amigo y por supuesto que le di las gracias y le rogué que le dijera a su esposa lo maravillosamente bella que es además de transmitirle mi agradecimiento. Obviamente, como es de ley, lo pongo aquí por escrito.

Las fotos las hice en la habitación de un hotel que se encuentra a 350 km de nuestra ciudad. Es un lugar veraniego, hermoso, con muchos hoteles, casinos y una playa maravillosa. Es en estos lugares donde a mi esposa al estar más relajada le gusta jugar aunque te puedo decir que ya le da lo mismo el lugar, depende solo de las ganas que tenga.


Estuvimos tres noches hospedados en el hotel y además de aprovechar y pasear con nuestros niños, concertamos una cita con el amante de turno de mi esposa. Quedamos con nuestro amante para la segunda noche para que tuvieran el encuentro.
Este amigo quería ir a buscarla y llevarla a otro sitio pero mi esposa fue tajante, no quería alejarse del hotel y su familia, la cita debía ser en allí.
La verdad es que esa condición fue mía para poder disfrutarla nada más finalizar el encuentro con su amante.
Como sabes mi esposa tiene 37 años (nota de Alberto, “no hay duda de que está en un momento mami con una belleza exuberante, maravillosa…) y yo 36. Su amante, en esta ocasión, es un amigo de ella al que conoció por internet, ya sabes.
Antes de la cita en el hotel ellos ya se habían conocido de manera personal en un pub. Mi esposa me comentó después de aquel encuentro que le había caído muy bien y destacó del muchacho su educación y caballerosidad. Digo lo de muchacho ya que el amigo tiene 24 años. Tras aquel primer encuentro en el que mi esposa me aseguró que solo hubo charla, chatearon habitualmente por WhatsApp. He tenido ocasión de ver algunos de los mensajes que se intercambian y no veas como me pongo además mi esposa me ha enseñado alguna de las fotos en la que su amigo le muestra su enorme pija. Ni que decir tiene que mi esposa también le envía fotos, algunas realizadas por mí, le gusta mostrarse muy atrevida.


Este muchacho vive a unos 90 km de esta ciudad veraniega por lo que se dio todo para el encuentro: distancia de nuestra ciudad habitual que lo hacía más discreto y un ambiente relajado y veraniego para hacerlo todo más fácil, ya me entiendes.
Disfrutamos muchísimo de los previos, la verdad es que el día anterior a la cita ya estábamos los dos súper calientes. En las tiendas cercanas del hotel vimos la ropa más adecuada para su cita, también eligió lencería, maquillaje… Según íbamos comprando todo ya me imaginaba, como así hice, ayudándola a maquillar, preparar su vestido, desplegar su lencería. Como dicen en España, no dejé de “piropearla”, recuerdo como me sonreía cuando le decía lo que le iba a gustar al muchacho. Estarás de acuerdo por las fotos que has visto que estaba bellísima.

Nota de Albero Toro: Doy fe, la esposa de este amigo tiene una belleza natural y cuando se prepara para seducir os puedo asegurar que a más de uno se nos hincha el cipote.


Yo me iba a quedar con los niños y mi esposa me dio las instrucciones oportunas. Una vez acostados le propuse las fotos con tu dedicatoria. Entre las poses y mis comentarios sobre su encuentro y el referirme a ti, Alberto, me confesó que iba a ir a su cita muy mojada. Lo pude comprobar. Se excitó muchísimo cuando le dije que esas fotos las iban a ver los muchos seguidores que tienes.
Aunque el amante quería una cita convencional, es decir, quedar en uno de los bares del hotel, cenar algo y luego subir, preferimos que el encuentro fuera directamente en la habitación del muchacho. Como te he dicho antes, tampoco queríamos que se hiciera muy tarde para disfrutar los dos, especialmente yo, de la post cita.
Se puso un hermoso y corto vestido. No creo que ese vestido se lo ponga en la ciudad donde vivimos. Debajo iba una tanga negra, yo confiaba en que el muchacho me la firmara con su semen blanco y espeso.
Verla pasear por la habitación del hotel e imaginando lo que venía después me dio un morbo especial, estaba muy excitado pero ella no deja de ser mi esposa, la madre de mis hijos y el hecho de que unos instantes después estaría con otro tipo, más joven que yo y seguramente más potente me provocaron ciertos celos. Fue una mezcla de placer y temor, también de alguna duda que se despejaron al comprobar que mi esposa podía hacer lo que quisiera. Como a otros maridos consentidores estaba viviendo uno de los momentos más satisfactorios de nuestra vida sexual en pareja y sentía una emoción difícil de explicar aunque seguro que tus lectores lo entienden. Mi corazón latía a mil por hora.
Le pregunté si iba a realizar alguna foto o video de su encuentro. Fue tajante, me dijo que no, sonriendo me lanzó “aún no estoy preparada”. Eso sí, me prometió que me daría todo los detalles del encuentro y me lo contaría para mí y para nuestro querido blog, el de Alberto Toro. La sonrisa se transformó en carcajada cuando me soltó: “espero que además de lo que te cuente puedas comprobar la prueba en mi tanga”.
Efectivamente, mi esposa me dio todos los detalles del encuentro, empezó aquella misma noche y los días siguientes ya que hablamos durante las semanas siguientes de aquella noche. Fueron unas semanas especiales y puedo decirte Alberto que veía a mi esposa más libre y me excitaba solo con trasladarme mentalmente a aquella habitación de hotel donde ella se lo pasó genial con su amigo.
Sí me dijo que aunque daba la impresión de estar muy segura tenía cierto nerviosismo. De hecho, al principio de su cita se mostró un poco dubitativa pero el saber hacer del muchacho que a pesar de sus 24 años actuó como un caballero experto todo lo hizo mucho más fácil. Según me dijo, al principio de la cita yo era el tema de la conversación, ya sabes, el muchacho se interesó por si yo sabía de la cita, etc. Alberto, aunque esta vez no pude estar presente, al saberlo por mi esposa si me entró cierto placer por tener el protagonismo del cornudo. Como leí en una de tus entradas de ser el señor de "la segunda vuelta".
Después de aquella primera y atropellada charla mi esposa cogió de la mano al muchacho y lo llevó al sofá de la habitación. Me contó que fue en ese momento cuando ella tomó el mando y sin dejar de mirar a los ojos a su amante, se puso de rodillas delante y le dijo que se bajara sus pantalones. Empezó, de rodillas, a hacerle un sexo oral muy largo. Mi esposa me narró la mamada con tal detalle que en mi mente la veía con la boca llena y disfrutando. Al parecer, el muchacho fue en todo un momento un caballero y nada más empezar la mamada cogió un cojín para situarlo debajo de las rodillas. En ese momento, según me dijo mi esposa, ya tenía el rabo al máximo y pudo comprobar que las fotos que le había enviado no mentían en cuanto al poderío y tamaño.


Según se iba animando con la mamada el pibe gritaba de placer y mi esposa se excitaba al máximo. A mi pregunta sobre si veía similitud en ese momento a cuando ella me lo hace me dijo simplemente que no, que era “distinto”.
Cuando se cansó de mamar, mi esposa se puso de pie. Subió la corta falda suelta de su vestido y el amigo empezó a manosearle las nalgas. Mi esposa decía que el amigo estaba babeando de placer. Después del manoseo con mucha delicadeza le fue bajando la tanguita y cuando tocó suelo le metió la boca entre sus piernas.
Mi esposa, al parecer, ya iba muy suelta y al comprobar que la erección del amante era la óptima, con tacto empezó a sentarse encima de la pija, por supuesto, sin forro. Mi mujer tiene sus manías y no le gusta con preservativo ya que según ella no siente el calor de la pija. Por eso, Alberto, al no utilizar látex debo de preparar muy bien los encuentros, deben estar muy planeados con tiempo para conocer con seguridad la salud y categoría confiable del amante de turno.

Nota de Alberto Toro. Siempre digo que aunque es un placer enrabar sin condón siempre es conveniente la seguridad y el uso del preservativo debe ser lo habitual.

Yo andaba de un lado para otro de la habitación del hotel. Imaginaba el encuentro y sentía un placer especial pero mi mayor deseo era que ella, la madre de mis hijos, tuviera una inolvidable velada y que disfrutara del sexo fuera de nuestro matrimonio. Te puedo asegurar que solo con pensar que mi esposa estaba en la planta de arriba, abierta a un extraño, me calentaba al máximo. En ese momento comprendí lo que sentían esos maridos que han sido protagonistas en tu blog.
Según me narró mi esposa de la mamada del sofá pasaron a la cama. Por lo que me dijo buscó el pie de la cama para ponerse a cuatro, le encanta esa postura, y facilitar al pibe la penetración. Tuvo que agarrarse fuerte, me explicó, porque el muchacho de pie le agarró por encima de las caderas y empezó a follarla bien duro. Me confesó que se dejó llevar, se olvidó de todo y se concentró cien por cien en lo que estaba haciendo. Me dijo que estaba muy húmeda y que en algún momento y debido a los empujones del muchacho notó como se le escapaba algún chorro de pis y no sabía si lo que le corría por sus muslos era su humedad, su pis o la corrida del corneador.
Agotada por los meneos optó por recostarse y ponerse boca arriba. Te aseguro Alberto que en ese momento me excité al máximo porque empezó a describirme la pija del chico, le llamaba la atención lo tiesa que estaba y como apuntaba hacía el techo. Yo gasto un buen rabo, te lo puedo asegurar Alberto, pero la forma en la que ella me describió con detalle el del amigo me hizo sentir cierto complejo de inferioridad pero me lo tomé con disfrute como había leído de alguno de los cornudos de tu blog.
Después del enrabe a cuatro vino el cara a cara, los besos y de nuevo el muchacho apuntó su pija a la boca de mi esposa. Mi mujer, desde siempre, ha sido muy aficionada a las chupadas de pija y lo hace bien. No me dio muchos detalles sobre la mamada se limitó a explicar cómo el muchacho sacó el rabo de su boca y en milésimas de segundo le disparó infinitas gotas de semen que chocaron contra su boca, su lengua e incluso le llovió en su cabello perfectamente alisado en la peluquería del hotel que yo había pagado. Aquí tengo que hacer un breve paréntesis porque recuerdo con especial agrado una situación similar en la que fui uno de los protagonistas pero más que gotas fueron dos disparos en la mejilla de una buena amiga, solo su sonrisa y la complicidad de su marido superó el placer, aquella calle en el Madrid de El Rastro, pero como diría Kipling eso ya es otra historia.
Después de la corrida me comentó que hubo un silencio extraño. Me dijo que vivió un momento contradictorio por un lado el placer especial y diferente de tener sexo con un tipo que casi no conocía y por otro cierta vergüenza por su compartimiento y preocupación porque su marido estaba en la planta de abajo. Pero el muchacho, a pesar de su juventud, se portó como un caballero, empezó a hablarle, a subrayar sus cualidades como amante y le preguntó si quería beber algo. El caso es que estuvieron hablando un buen rato y el pibe insistió en otro encuentro para más adelante.
¿Te apetece ducharte? Le dijo el pibe pero mi esposa le respondió que prefería hacerlo en nuestra habitación, en ese momento me puso un WhatsApp, “todo bien papi, ya voy”. Es curioso pero me dijo que se despidieron con un beso en la mejilla.
Desde que me mandó el mensaje hasta que llamó a la puerta de la habitación me pareció que había transcurrido un siglo. Abrí la puerta y disfruté al ver en su cara una amplia y cómplice sonrisa. Seguí con un tierno abrazo y un beso largo en la boca interrumpido porque restregó por mi cara y labios la tanga de la velada. Después de que mi esposa viera desde la puerta que estaban bien se fue directa a nuestra cama y se levantó el vestido a lo que yo me incliné para oler y saborear el sexo de mi mujer. A continuación le ayudé a quitar el vestido y como un loco me tiré al coño y estuve un buen rato saboreando e imaginando que me estaba comiendo también la corrida de su joven amante. Hacía tiempo que no tenía una erección así y consciente de ello me subí encima y la cogí con una pasión especial a la vez que la besaba y no eran imaginaciones mías Alberto, sentía el sabor a puta de mi hermosa esposa. Entre unas cosas y otras no pude controlar y me corrí al minuto.
Mi esposa se fue a la ducha, yo seguía oliendo su tanga. Después se puso el pijama y me dijo que yo hiciera lo mismo por si los pequeños se levantaban sin avisar y al rato se durmió. A mí me costó conciliar el sueño, no dormí mucho, había sido un día muy especial.
Al día siguiente finalizamos nuestra estancia en el hotel, me hubiera gustado cruzarme con el muchacho pero no pudo ser. Disfrutamos en familia de aquella mañana y emprendimos felices el viaje de retorno a casa. Íbamos relajados y conscientes de lo que había ocurrido pero también tranquilos, nos esperaba nuestra rutina y nuestra vida normal. Éramos felices.
Una última cosa, Alberto, de vez en cuando vuelvo a oler el tanga de aquella noche. No creo que lo lave.
("UA-21720468-1")