La imperfección es bellísima y estamos buscando patrocinadores

El domingo 15 de septiembre tuvo lugar en París un evento cuyo contenido será en breve algo muy común. Vivimos tiempos de cambio y parece que la sociedad, en algunas partes del mundo, se está reinventando.

Se trataba de un desfile de modelos. Hasta aquí, nada nuevo y más si hablamos de moda y de París. Lo singular del desfile es que eran mujeres con formas corporales diferentes pero que realmente son las habituales en la sociedad. No cumplían con los cánones que impone la moda, especialmente la de alta costura, pero son el reflejo estricto de la sociedad. Nadie, ni hombre ni mujer, tiene un cuerpo diez, una sonrisa perfecta...

Desfilaron mujeres de entre 18 y 65 años, grandes, pequeñas, delgadas, gordas… de todos los colores y tipos de cuerpo. En definitiva, mujeres normales como nuestras amantes, esposas, amigas, hermanas, hijas.


La mayoría de las imágenes tenían derechos de autor y no las puedo publicar. Siento que no podáis ver la belleza de estas mujeres.

Detrás del desfile se encuenta Georgia Stein, una modelo de talla grande que se ha marcado el objetivo de promover el “body positive”, un movimiento que busca visibilizar la realidad del cuerpo humano.



Todas las mujeres llevaban al principio del desfile unos vestidos negros idénticos con lo que se pretendía poner en evidencia la estandarización que impone la industria de la moda. A continuación todas ellas dejaron caer sus vestidos negros y mostraron sus cuerpos, “reales”, vestidos con lencería. Y fue cuando empezó el desfile de la normalidad y la belleza. Cuerpos singulares, insisto, normales que mostraban la belleza para cualquier hombre o mujer inteligente.

No tuve el placer de ver el desfile en directo. Debió ser maravilloso disfrutar de mujeres reales, vestidas para impactar. Descubrir la belleza imperfecta o perfecta, según se mire, de mujeres normales. Os puedo asegurar que todas ellas me llamaron la atención y no me importaría disfrutar junto a ellas.

Dejo aquí la reflexión. No hay cuerpos diez, insisto: ni en hombre ni en mujeres. Me consta que muchas lectoras de este blog (han sido muchos correos los que he recibido) no dan el paso porque temen que su cuerpo defraude, qué equivocadas están. Espero que pierdan el temor y que entren en el universo cuckold y disfruten de estas fantasías y pueden estar seguras muchos hombres, yo el primero, deseamos que en el sexo se crucen mujeres como ellas.



Y aquí también va mi dardo para esos maridos cornudos que siempre están lloriqueando porque no saben convencer a su mujer. Lo primero que deben de hacer es dar seguridad a sus mujeres y el trabajo más importante poner en valor su belleza y su sensualidad.

Por cierto, he estado un poco liado por temas profesionales y no he podido publicar mis crónicas habituales. Creo que a partir de ahora podré cumplir y con el inicio del nuevo curso os pueda dar vuestra ración de blog. Eso sí, quiero ver respuestas.

También os adelanto que voy a renovar contenido para hacerlo más atractivo, voy a explorar vías nuevas para contenidos sin perder el objetivo del blog que es ser el punto de encuentro de corneadores, cornudos consentidores o no y esposas o novias sueltas y abiertas. Vuestras contribuciones, consultas y experiencias siempre serán bienvenidas.

Busco patrocinadores y anunciantes que me ayuden a correr con los gastos que conlleva este blog. Espero respuestas. Gracias, cabrones.



No hay nada peor que llevarse el premio de consolación

Mis queridas amigas y amigos, tenía dos titulares para esta entrada, “No hay nada peor que llevarse el premio de consolación” o “maridos escobilla”. Seguro que cuando terminéis de leerla entenderéis mi dilema para elegir uno de los dos. En este caso, ha primado más mi experiencia personal para el titular que el calificativo que se daba a sí mismo el marido de esta experiencia.

Hace algunos años recibí un correo, su nombre era sugerente, hacía referencia a una relación ama y marido esclavo. Me agradó comprobar la correcta redacción y la exquisita manera de expresarse del marido. El correo va a continuación, lo podéis comprobar.

Marido: "También hemos fotografiado el casco que mi Ama compró como símbolo de cornudo cabrón, obviamente como puede ver todavía esta embalado. Está esperando al primer macho/amante con el que mi Ama decida follar. Creo que ese honor recaerá en usted Sr. Toro y no voy a negar que este hecho me produce algo de celos."

Después de aquel correo, contactamos por teléfono y nos pusimos manos a la obra. Yo generé la complicidad con el marido-esclavo para ir viendo cómo organizar el festín. En unos días conseguí hablar con la esposa… su voz me dejó prendado, qué risas más bellas se oían al otro lado del teléfono y qué manera de expresarse y plantearme lo que quería, estaba claro que se trataba de una mujer con carácter y que sabía poner al cornudo en su sitio.

Ella se inclinó, antes que nada, por que yo le encontrase a algún amante negro, bien dotado y sabiendo “manejar”. En aquellos momentos no tenía ningún colega-corneador de color pero se podía intentar. También se extendió en los juegos que ponían a su marido… la cosa prometía.

Pasaron algunas semanas, ya sabes que siempre hay algo menos importante que hace cambiar planes y retrasar estos encuentros que forman parte de la sal de la vida.

Aunque había visto fotos de ella en las que no dejaba lugar a dudas sobre su cuerpazo, me faltaba por presenciar en directo su sonrisa y disfrutar de su cara. No quedé decepcionado si no todo lo contrario. Esa belleza natural en la que paras un día en el Metro y ves a una joven mamá volviendo a casa del trabajo, arreglada, sonriente que esconde un punto reputo y morboso en el sexo.


Quedamos en Madrid, cerca de el Museo de Ferrocarril, era primeros de julio. Ella llevaba falda suelta. Todo fue muy fácil y cada uno ocupamos nuestro rol. Yo desde el primer momento empecé a meter mano, siempre que el marido estaba mirando y atento, ella receptiva no dejaba de hablar. Aquel día, el marido desempeñó a la perfección su papel y aunque fue un pequeño escándalo el morreo y sobe que ella y yo nos dimos la situación nos puso a los tres muy cachondos. Lamentablemente ese fue solo el premio que me llevé, el de consolación.

Si dejo una pequeña reflexión. Cada dos por tres le pedíamos al marido que fuera a por un vaso de agua, que trajera servilletas, que fuera a ver como estaban los servicios del bar. En una de esas, ella me confesó: "mi marido en el fondo es un puto manipulador, no creas que le tengo totalmente controlado, da la apariencia de sumiso pero ya te digo, es un puto manipulador".

Quedamos en hablar más adelante y concretar un día para el encuentro total, a ser posible que me acompañara un amigo-negro. El verano y la vuelta al cole en septiembre, enfriaron las cosas y retraso tras retraso, al final el encuentro no se materializó y perdimos el contacto. Espero que ellos lo lean, al menos para que les conste mi recuerdo y aunque solo me llevé un premio de consolación (magreo, besos y charla con la esposa) me quedé satisfecho, con ganas de lo que planeamos, pero satisfecho.

El correo de el marido os puede dar ideas sobre la manera de plantear un encuentro a tres: esposa suelta, marido-esclavo cornudo y amigo proactivo corneador.

Lo de la escobilla, abajo, pero disfrutar de este correo.

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Hola Señor Toro,


Trataré de describir lo mejor posible a Mi Esposa-Ama, pero ya le aviso de antemano que soy muy malo en ello. Mi Esposa-Ama es una mujer de 36 años, simpática y con buen humor y carácter. Mide algo más de metro sesenta, le gusta ponerse grandes tacones y está delgada. Tiene pelo castaño, ahora a media melena, tiene unos grandes ojos que llaman la atención. Tiene una piel suave y muy blanca, unas manos pequeñas y pechos no muy grandes que entran en la mano (y le gusta que se los estrujen suavemente), también tiene un coñito precioso que siempre lleva completamente depilado.


Bueno, ahora trataré de explicarle que es lo que mi Esposa-Ama busca y con que disfruta, así estarás en mejor disposición cuando hables con ella por teléfono (la mejor hora para llamarla es a las diez y media de la noche, si quiere hablar conmigo recuerde que estoy a su disposición a partir de las siete de la tarde, mejor lunes y miércoles).


Ante todo a mi Ama disfruta con la humillación, también se reconoce como sádica y le gusta un poco el exhibicionismo, pero probablemente lo que más disfruta es de que le sirvan y del poder de mandar y decidir cuándo, cómo y dónde se hacen o no se hacen las cosas. Sinceramente yo comparto cien por cien esto gustos, pero al contrario, soy muy sumiso completamente masoquista y disfruto siendo humillado, castigado y sirviendo a mi Esposa-Ama. Supongo que por eso (y por el morbo) nace la idea de los cuernos, es humillante y deja claro quién manda (ella). Claro está que también quiere disfrutar de buen sexo con otros hombres, mientras yo miro y ayudo sin siquiera poder tocarme y sabiendo que esa noche solo ella y su amante tendrán sexo y podrán correrse. A mi Esposa-Ama le encanta ese punto, le gusta tenerme en abstinencia y también le gusta que yo tenga relaciones homo, que se la chupe a su amante, que este me sodomice etc.




Bueno, paso a contar las ideas que tenemos para encuentros cornudos. Creemos que es interesante quedar primero a tomarse una cerveza o un vino y así ver qué pasa con la primera impresión ¿se gustan físicamente? Si ambos están de acuerdo nos quedaríamos a comer o cenar (según la hora del día, nosotros preferimos quedar al mediodía) y así conocernos todos mejor. A mi Ama le parece gracioso pedir para mí una jarra de agua del grifo y un trozo de pan de ayer, mientras ustedes disfrutan de un buen vino y unos buenos entrantes. También me ha comentado en alguna ocasión que le gustaría que se metieran mano para dejar claro que soy el cornudo. Yo les haría fotos para inmortalizar el encuentro.
Si todo fuera bien y si ustedes están de acuerdo iríamos a un hotel. A mi Esposa-Ama le gustaría que condujera yo mientras ustedes se meten mano en la parte de atrás. También le parece gracioso que yo paré para comprar los preservativos, puede ser en una máquina expendedora pero sería muy morboso que fuera en una farmacia y tuviera que llamarle por teléfono durante la compra para preguntar por el tamaño, el tipo y la cantidad de preservativos que debo comprar.


No tenemos experiencia en hoteles, en este punto nos aprovecharíamos de su experiencia. Y mientras yo aparco el coche ustedes se inscribirían en el hotel, llamándome por teléfono para indicarme la habitación del hotel. Le comenté a mi Esposa-Ama su idea de vestirme de sirvienta y le encantó, le pareció perfecta, así que espero que se traiga un traje de criada de talla XL. En fin, ya en la habitación a mi Esposa-Ama le apetece que yo la desvista para usted y que proceda con mi papel de sirvienta ayudándoles y sirviéndoles en todo lo que sea preciso y requiera cualquiera de los dos, música, bebidas….. Obviamente seré debidamente castigado si no cumplo correctamente con mi labor. A mi Esposa-Ama le gusta torturarme y no sería de extrañar que decida ponerme unas pinzas en el pene mientras ustedes follan, alguna bofetada seguro que se le escapa y cosas por el estilo.


Nos gustaría grabar en video (solo para nosotros) todo el encuentro y a mi Esposa-Ama le apetece especialmente comparar mi pequeño pene con su gran polla para que puedan reírse a gusto de la clara diferencia entre ellas y humillarme con sus mofas.


Otra cosa que le encanta a mi Esposa-Ama es que yo tenga relaciones con su macho, que le asista como sirviente desnudándole, o duchándole, que se la chupe para ponérsela dura, que le ponga el preservativo y que haga de mamporrero, que le coma los huevos o el culo mientras se la folla…. Y al final que me coma el semen de su macho, tantas veces como el macho eyacule y donde eyacule. A mi Esposa-Ama le apetece que se corra en sus tetas y que yo lo limpie todo, primero su polla y después sus tetas, si algo cae al suelo también lo limpiaré. Mi obligación es que queden totalmente satisfechos y si es necesario le haré una mamada y se correrá en mi boca.


Después de la primera follada, cuando se hayan consumado mis cuernos, mi Esposa-Ama quiere ponerme un casco con cuernos que ha comprado para la ocasión. No podré quitármelo hasta que volvamos a casa, da igual si luego salimos por ahí, lo llevaré puesto para dejar claro que soy un cornudo.




Como he comentado yo les serviré en todo lo que deseen, pero también me pueden poner de cara a la pared para que ustedes tengan intimidad y no vea como follan. También pueden pedirme algo para que lo pida al servicio de habitaciones y pase vergüenza teniendo que abrir la puerta vestido de criada con el casco de cuernos y de fondo sus gemidos. Por mi parte no tengo problemas ni límites solo quiero que mi Esposa-Ama disfrute, acepto juegos con semen, orina, castigos, humillación… lo que mi Esposa-Ama desee y decida.


Al final, recibiré una ducha de agua fría ya que como le he comentado antes yo no puedo tener ningún tipo de placer sexual ese día y tal vez les guste lavarme con mi esponja (se trata de una escobilla del váter) . Y si alguno de ustedes así lo desea les prepararé un baño y les lavare el cuerpo.


Todo esto son ideas que hemos tenido, no pretenden ser un guión sino darle una indicación de nuestros gustos y roles.


En fin, por mi parte eso es todo, un saludo.


Esposo-Esclavo X y Esposa-Ama Y.

Fer y Ceci (III, el desparrame): “Mi esposa movía su cadera haciendo eses para recibir mejor la pija de Juan"

Publico a continuación la tercera y creo que última entrega de la experiencia vital y cornuda de Fer y Ceci. Sin duda, podemos hablar de una evolución en sus costumbres sexuales. Bien, nada que añadir. Disfrutar del relato y espero que os sea de utilidad.
De nuevo, gracias a Ceci y Fer por confiar en este humilde blog.




Tercer Encuentro: el desparrame.

Ceci estaba realmente transformada. Coqueta, arreglada, segura de sí misma, mil veces más sensual que antes, de vez en cuando consentía en tener relaciones conmigo por la noche aunque dejaba claro que ahora yo podía ser el marido, pero ella era la hembra de Juan (su primer corenador). Y yo aceptaba gustoso mi nuevo rol.

Gran parte de la excitación consistía en prepararla. Una vez que los niños se fueron a la escuela, sabiendo que el viernes por la noche irían a dormir a la casa de los primos, comenzamos los preparativos: Ceci se fue al salón de belleza y yo preparé las medias negras con portaligas, una tanga minúscula con un anillo atrás que decía “sexy”, los stilettos negros, el lazo de seda negra para el cuello, los aros nuevos que le había regalado para su cumpleaños y un vestido blanco y plateado realmente inapropiado para la vida cotidiana por lo corto y también porque, al anudarse en el cuello, dejaba casi completamente libres sus grandes pechos.

La tarde del viernes me fascinaba la ansiedad de la expectativa, mirando cómo mi esposa se perfumaba para otro hombre y ya no me dejaba tocarla más, porque quería estar perfecta para Juan. Estaba realmente hermosa. Los pechos se le escapaban por todos lados. Como de costumbre estaba inquieta pero a la vez expectante, y me hechizaba esa mezcla única de timidez y decisión.

A la hora señalada sonó el timbre. Ceci fue a servir unos tragos mientras yo lo recibía. Pero yo no esperaba la sorpresa que me esperaba al abrir la puerta: Juan había venido con otro hombre. “Es Sergio”, dijo, y me dio una palmadita en la mejilla al entrar. Mientras cerraba la puerta con llave pasaron directamente al living.

De mediana edad, algo canoso y con un físico bien cuidado, era evidente que Sergio iba a gustarle a mi esposa. Juan lo presentó rápidamente y le dio un beso en la boca a Ceci. Ella también parecía sorprendida y, aunque era pura cordialidad y simpatía, me miraba de vez en cuando de reojo, buscando reafirmación o tal vez seguridad. Deliberadamente yo no hacía ni un solo gesto, disfrutando la ambigüedad del momento y cómo se iba poniendo nerviosa. De todos modos no tuvimos mucho que pensar. Mientras Juan la atraía para besarla, esta vez profundamente, Sergio se me acercó por atrás, me arrodilló y, antes de que pudiera darme cuenta de lo que pasaba, me tomó las manos y las ató por detrás de mi espalda. Me susurró: “Así disfrutás del espectáculo”.

Sergio se acercó a Juan y Ceci, que por un lado parecía un cervatillo asustado y por el otro una puta, con los pechos desbordando por los costados de ese vestido, y comenzaron a apretarla entre los dos. Ceci sonrió y susurró: “No sabía que ibas a traer…” y Juan la cortó abofeteándola. “Te vamos a enfiestar, putita”. Sorprendida, Ceci se calló mientras Juan la daba vuelta para que besar a su amigo. Supongo que no esperaba lo que estaba pasando pero evidentemente la excitaba, porque mientras la acariciaban y la manoseaban comenzó a contonearse y a dejarse llevar. Sergio la besaba y le metió una mano debajo, en la entrepierna, mientras Juan le apoyaba su enorme bulto en la cola y le tomaba los pechos por atrás, acariciándolos y pellizcándolos alternativamente. Ceci gemía y no me miraba más. “Mirá cómo te mojaste, putita”, dijo Sergio, mientras sacaba su pija (no tan gruesa como la de su amigo pero totalmente erecta) y Juan desanudaba el vestido de los hombros de Ceci, exponiendo los pechos con los pezones bien rígidos, luego le mordía la parte de atrás del pecho y la arrodillaba para que se comiera la pija de Sergio. Ceci comenzó a mamar bien despacio, como ella sabe, primero lentamente, alrededor del pene, luego los huevos y luego pasando la punta de la lengua por el tronco para volver a la periferia, para que su amante tenga el máximo placer, y sólo luego fue subiendo lentamente hasta tragarse toda la cabeza. Sergio resoplaba mientras ella aceleraba la mamada y Juan le bajaba la tanga, sacaba su pija y se la ensartaba de golpe, sin lubricar. Ceci se arqueó al recibir ese garrote por atrás sin aviso, lo miró alucinada y luego volvió a mamar la pija de Sergio.



Mientras tanto, de rodillas, impotente, me daba vueltas la cabeza y me dolía el pene atrapado dentro del jean, sin poder liberar la tremenda erección que me provocaba ver a Juan y mi mujer moviéndose rítmicamente al unísono, en una sintonía sensual perfecta, mientras ella devoraba a su nuevo amigo. Fascinado, miraba cómo Sergio la agarraba del pelo y le metía la pija en la boca hasta la garganta, y de vez en cuando me miraba sonriendo mientras gozaba.

Luego Juan se sentó en el sofá, con su enorme pija completamente erguida, reluciente con los jugos de mi mujer, y dijo “ahora vas a cabalgar, linda”. Obediente, ella se sacó el vestido y se sentó encima suyo, tirando la cabeza para atrás y dejando escapar un gemido de dolor al empalarse en aquella tremenda erección. Sergio se fue a tomar un trago mientras, besando y lamiendo la cara de Juan, Ceci comenzaba a mover su cadera haciendo “eses” para recibir mejor su pija. “Te siento tan adentro…”, murmuraba, mientras lo besaba y lo miraba a los ojos y movía el culo cada vez a mayor velocidad. Yo me volvía loco. Sergio volvió, se pasó un poco de saliva por el pene y de golpe comenzó a insertársela en el culo. “Ay, me duele…”, dijo ella, y me miró por un instante, pero Juan la tomaba de las caderas para que se siguiera moviendo y Sergio seguía pujando, tirándole del pelo hacia atrás, mientras ella jadeaba de placer y de dolor, hasta que a los pocos segundos se sincronizaron y comenzaron a moverse al mismo ritmo los tres, gimiendo, jadeando, sudando, con Ceci aullando de placer: “¡No puedo más, acabo, acabo!”, gritaba, envuelta en éxtasis mientras se movía elásticamente en el frenesí de la cabalgata y sintiendo esas dos pijas que la rasgaban por dentro. Cuando sintió que Juan acababa dentro suyo, gritó: “¡sí, papito, sí, así!” y movía el culo para exprimir hasta la última gota de su macho mientras Sergio la culeaba sin piedad. Para mí sorpresa, no se detenían: yo sabía que Juan era de hierro, pero pensé que Ceci debía estar sensible y no aguantaría semejante empalada. Pero no paraba de moverse, sin duda deseando sentir la descarga de Sergio en su culo.

Comenzaron a acelerar de nuevo: “¡Movete, puta, mové ese culo!”, gritaba Juan, mientras ella se esmeraba por complacerlo y Sergio le empezaba a pegar en la cola: “¡sí, sí!, aullaba, descontrolada, gritando como una perra mientras Sergio bombeaba cada vez más bruscamente y le pegaba más, y Juan la tenía sujetada del cuello y también le pegaba en los pechos. Yo me volvía loco mirando a mi mujer hecha una puta, gritando, aullando, arqueándose y retorciéndose en éxtasis con dos pijas adentro, mientras esos animales la cogían y le dejaban los pechos y la cola enrojecidas de los cachetazos. Pero a ella evidentemente le gustaba, porque comenzó a moverse y gemir cada vez más fuerte, cerrando los ojos, sin poder contener una nueva explosión para desplomarse encima del pecho de Juan. Sergio sacó la pija, se acercó y sin decir una palabra me la forzó en la boca: “Probá el culo de tu mujer, cornudo”, me dijo, y me pasaba la pija por la cara mientras Ceci y Juan miraban con lascivia cómo me humillaban y cómo yo, lejos de resistirme, comencé a mamarle la pija a Sergio gozando, entregado sin que me importara nada, mientras me mojaba solo dentro de mi pantalón y saboreaba y lamía lo mejor que podía ese garrote duro, venoso, palpitante, que entraba y salía de mi boca. Oí a Juan diciendo: “Mirá cómo le acaba en la boca al cornudo” y Sergio gritó sordamente descargándome un chorro caliente en la garganta que parecía que no iba a terminar nunca, y yo mamaba y mamaba y me tragaba todo.

Todavía arrodillado, abombado, casi dormido, sin tener fuerzas para intentar levantarme, sentí vagamente que alguien me desataba las manos. Cuando pude abrir los ojos, Ceci recogía su ropa y ellos se habían ido.
("UA-21720468-1")