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Entrevistamos a un joven aspirante a cornudo consentidor: “Mi meta es la felicidad de mi novia”

Un joven amigo, visitante habitual de este blog y reconocido aspirante a cornudo ha optado por sincerarse en mi foro, vuestro foro: corneador2011.blogspot.com

No ha querido entregarnos alguna foto de su novia… no quiere que le señalen por la calle con el dedo (gracias por confiar en la sobresaliente audiencia de este foro). Nos reconoce fuera de grabadora que su chica tiene una cara muy parecida a la recientemente oscarizada Natalie Portman, tiene buen gusto el chaval. Respecto a otros atributos de su amada nos ha dado algunas pistas y hemos elegido unas fotos de la red para que os hagáis una idea de cómo se las gasta el chochito de Nat, así quiere que llamemos a su novia.

No ha querido que hagamos público su dirección de correo, pero si alguno de los lectores/lectoras quiere echarle una mano y coronarle con un buen par nos podeis enviar vuestros mensajes a corneador.toro@gmail.com se los daremos al aspirante a cornudo.


¿Desde cuándo quieres ser un auténtico cornudo?
Realmente no lo sé y no sé si me adapto a la descripción de auténtico cornudo. Desde hace tiempo me da morbo imaginarme a mi novia con otros. Desde hace años diría yo. Pero el rol de cornudo es uno de tantos los que me gustaría probar. En la vida, hay muchas cosas que probar. Desde el cornudo humillado hasta el amo que domina las  relaciones que tiene su mujer, como el intercambio de pareja, etc.

Otra de las razones supongo es que mi novia me atrae mucho. Tiene un cuerpo genial y me gustaría verla follar. Sería mi actriz porno personal, jaja.

Es algo que no he probado así que realmente no sé hasta que punto es real o producto de mi imaginación. El día que lo pruebe sabré que tal, y todo llegará. Si no me gusta, bueno, ese día ella se lo habrá pasado genial. Si me gusta, se lo seguirá pasando genial el resto de su vida.



Qué fantasía te gustaría llevar a cabo con tu novia
Muchas. Casi todas las imaginables.

Por qué crees que tu novia no quiere, de momento, llevar a cabo esta fantasía
Por que no es algo muy común en esta sociedad o muy extendido. Con todo y si visitas chats o foros, muchos de los que más éxito tienen son estos pero claro, que te señalen por la calle no gusta. Y como te digo, el sexo no se entiende de forma libre. Yo lo entiendo más o menos de forma libre siempre que haya sinceridad. Como de momento ella no me permite estar con otras y a mi me da morbo (o eso creo) verla con otros, pues vamos  a intentar jugar a esto.

Qué parte del cuerpo de tu novia crees que más puede atraer a un corneador
Su culo sin lugar a dudas. Su culo es muy bonito, perfecto. Y su cara también es angelical.



¿Soportarás bien ver a tu novia disfrutando con un corneador, o prefieres salir a dar una vuelta mientras tu novia folla con otro en la cama?
Ya te digo que no lo sé. Si no lo soporto, el juego no tiene sentido. Pero si me gusta, también tiene su gracia eso de no estar presente y te lo cuente todo. Todo tiene su morbo al fin y al cabo.

Una vez que consigas que tu novia lleve a cabo esa fantasía que otras metas te vas a fijar
Su felicidad, como siempre.

Serás amigo del corneador que se folle a tu novia
Depende. Puede que sí o puede que no. También son roles diferentes. Igual con uno me apetece que él lo sepa y con otro no. No lo sé.

Podéis sacar vuestras propias conclusiones. Ahora bien, me temo que este chaval no va a tener problema, me explico, espero que le guste porque es un firme candidato, quiera o no, le guste o no, a llevar un buen par de cuernazos en el centrito de su frente.





Alfonso y Elena unidos, ¿para siempre?


Sobre el mediodía, paseando por un romántico parque, he tenido la ocasión de ver a una joven pareja. Abrazados, besándose en libertad, mostraban su felicidad cómplice.

Discretamente opté por seguirles y observar sus movimientos. Al poco tiempo de espiarles presencié como el chico enganchaba un candado en uno de los hierros por donde trepan los rosales del jardín. Enganchado el candado y guardada la llave, probablemente para tirarla al estanque que se encuentra a pocos metros del jardín de las rosas, se fundieron en un torpe beso.


Sentado en un banco esperé a que salieran del jardín para ver con detalle el candado. Alfonso y Elena, simplemente eso. Hoy ha bajado la temperatura, pronto el óxido empezará a carcomer el metal. Cuánto tiempo estará ahí el candado. Cuántas veces se habrán prometido quedar para ver si el candado, símbolo de su amor, sigue enganchado al hierro por el que escalan los rosales.

¿Alguien quiere apostar? Yo apuesto porque antes de que el candado empiece a padecer los achaques del óxido, Elena le será infiel, es nalgona y su culazo apunta a que no puede pertenecer a un solo Alfonso.

Ahora bien, dado los tiempos que corren y la candidez y amor que demostraba el novio, me inclino porque este será un firme candidato a dócil cornudo. El amor es lo que tiene.


Siempre me gusta pasear por ese parque y, especialmente, por ese jardín. Observaré el estado del candado y como no podré olvidar nunca ni la cara de Elena ni su culazo, podré comprobar como esta nalgona pasea de la mano de otro hombre mientras Alfonso, a pocos metros, disfruta viendo como otro hombre magrea a su amada.



No voy a entrar en muchos detalles, pero Valencia es Valencia


Valencia, siempre Valencia. Hubo una etapa de mi vida en que tuve el placer de conocer a algunas mujeres que eran valencianas o vivían en esta maravillosa ciudad.

Ni que decir tiene que si guardo este grato recuerdo de la ciudad es, principalmente, por mi experiencia con aquellas mujeres y por la luz del mediodía de sus calles.


Dada la especialidad del foro, sólo me voy a referir, de momento, a una de las tres mujeres casadas con la que tuve el honor y el placer de coincidir en lo sexual.

No voy a entrar en muchos detalles, no me pienso extender mucho. Antes de nuestro primer encuentro transcurrieron dos meses de llamadas furtivas, de correos electrónicos, de sobres que incluían cartas y objetos que nos acercaban cada vez más. Había que prepararlo. Ni que decir tiene que toda esta clandestinidad era debido a su estado marital. Estaba casada y yo iba a ser el primero, el hombre que iba a tener el honor de coronar con un par de cuernos al farmacéutico, su esposo. Por fin, un domingo por la tarde fue la hora elegida, un inesperado viaje por trabajo, un tren por la mañana, una tarde empleada en ver un museo y luego pronto a la cama , para que a primera hora del lunes se resolviera el problema laboral y luego vuelta a casa. La tapadera era esa, la realidad era otra.


Ya digo que no me pienso extender, de aquellas conversaciones y envíos previos, todavía conservo un trozo del papel que envolvía la caja que días antes de nuestro encuentro ella me envío y que tenía prohibido abrir hasta nuestro primer polvo. Siempre que lo toco me traslado a aquella habitación de hotel donde tuve el placer de saborear aquella línea que empezaba al final de su espalda y moría a escasos centímetros de su ombligo. Siento todavía placer al sentir todas las sonrisas de su cuerpo.


Todo era furtivo, incluso la forma de vernos en aquel hotel. Entramos separados. Ella me esperaba arriba para juntarnos. No olvidé la caja que permanecía cerrada. La abrió en la oscuridad y a continuación follamos sin parar toda la tarde hasta las 9.

La caja seguía en el suelo, abierta, casi al lado de la mesilla. A esa hora me pidió silencio, se tumbó a mi lado y llamó a su marido. Le preguntó por su hijo y le anunció que bajaría a la cafetería del hotel a cenar algo y se acostaría pronto, estaba cansada. Con que cariño hablaba al cornudo y a la vez con que frialdad cogía mi rabo que no necesitaba de muchas caricias para ponerse tieso al contemplar la situación. Todavía mi polla brillaba de sus jugos mientras ella le daba al farmacéutico las instrucciones de la casa y de los recados que tenía que hacer a la mañana siguiente, antes de abrir la farmacia y después de dejar al niño en el colegio.


Fue maravilloso, y no sólo el morbo sexual y en lo bien que follaba. Era una gran mujer, inteligente, zorra, bella y nalgona. Nunca se lo dije pero era puta realmente puta, sobre todo aquella tarde y noche que estaba fuera del control del marido y libre para llevar a la práctica las fantasías más guarras y menos convencionales que con el soso nunca se harían realidad.

Pasaron pronto los días después de aquel domingo. Siguieron las conversaciones, ya menos intensas, si más cortas y espaciadas. Me daba placer preguntarla por el cornudo y por si sospechaba algo. El ingenuo no sospecha nada, me decía mientras se reía. Yo deseaba que el farmacéutico se enterase, que fuera consciente de que ya estaba coronado. Unas semanas después, una tarde de sábado recibí una llamada. Era ella, estaban cenando con unos amigos. Se escapó, fue al lavabo para oír mi voz.

Me dijo como se había vestido para mi y lo que hubiéramos hecho de haber estado juntos esa noche. La conversación  se cortó cuando un golpe del marido en la puerta nos interrumpió. Ya empezaba a sospechar, seguro. No sé si el farmacéutico cabrón  golpeó la puerta con la mano o  con los cuernos. Después todo se enfrió salvo el recuerdo que mantengo vivo en mi memoria, especialmente de aquellos envites por detrás, a lo perro, que en la distancia producirían una sensación sospechosa  y nueva en la frente del marido.

Todavía guardo la caja que me envío Cristina.


("UA-21720468-1")