“Alberto, tienes razón, mi mujer es muy bella y supercomplaciente, no hay posición ni lugar en el que se niegue a hacerlo. No veas como disfruta cuando se la folla nuestro corneador. Además, hace unas chupadas fabulosas y ahora le encanta hacerlo por el culo. La verdad es que será un honor para nosotros salir en tu blog y nos encantaría despertar el interés de tus lectores (y lectoras) y que publicaras muchos de sus comentarios.”
Unos días después de nuestra charla, este amigo me envió las fotos dedicadas y el siguiente correo:
“Hola Alberto, aquí están las fotos, espero que te gusten. Mi corneador nos hizo el favor de tomarlas y en una de ellas se ve como dejó de mojado el trasero de mi mujer. Lleva ya tres años con nosotros, es como de la familia, vamos muy bien con él. Algunas veces mi mujer se va a dormir a su casa, también quieren tener cierta intimidad y que yo no esté siempre presente. Otras viene a casa y pasa algunos días con nosotros, duerme en mi cama, mi mujer en el medio. Yo soy feliz viendo feliz a mi mujer. Me encanta ver como se la folla, es maravilloso cuando llegan juntos y ver cómo me la llena de leche, es la gloria. Espero que las fotos también gusten a tus lectores (y lectoras) y que hagan muchos comentarios, nos gustará leerlos y lo mismo nos abrimos a más corneadores. Ya sabes Alberto, que mi mujer siempre estará abierta para ti”.
Tres años, guauuuu, se puede decir que ustedes tienen ya una relación estable y consolidada. Me gustaría que me contaras como fue la primera vez, como empezó todo. (Y claro, mi amigo me lo contó)
Estimado Alberto: como creo que ocurre en la mayoría de las parejas que hacen tríos o se introducen en el mundo swinger, fui yo el que comenzó a insinuar a mí esposa el hacer realidad esta fantasía. Lo hice, con tacto, medio broma, medio en serio, le decía a mi esposa cómo sería eso de hacer un trío. En esos momentos mi mujer me mostraba su malestar por sacar estos temas. No me rendí Alberto y sabía que aunque ella me ponía mala cara, en el fondo le excitaba.
Unos días antes de mí cumpleaños, recostados en el sofá, me comentó su intención de hacerme un regalo especial. Por su sonrisa sospeché de que se trataba y así me lo confirmó: ¿todavía tienes ganas de hacer un trío? Quedé asombrado y sin más le dije que sí y le di un gran beso. Después le pregunté si estaba segura a lo que me contestó que quería hacerme un regalo que nunca olvidara y pensó en lo del trío. Aquella noche no pude dormir y pronto empecé a buscar candidatos. En internet no tuve mucha suerte Alberto, sólo veía a tipos impresentables, ninguno le gustaría a mi mujer, fotos falsas y poca educación. Aquí aprovecho Alberto para ver si en tu blog puedes incluir un perfil o unas características del corneador 10, en esos momentos me hubiera resultado de gran ayuda. También es verdad, que entonces no te conocía como ahora porque si no, sin duda, hubiera pedido que nos pusieras en contacto con alguno de tus amigos corneadores.
El cumpleaños se acercaba y no había encontrado a ningún candidato que merecería la pena. Temía que si dejaba pasar esta oportunidad mi mujer se iría enfriando. En esos días se había incorporado un nuevo compañero de trabajo, un tipo alto, delgado, bien parecido y tuve la oportunidad de presentárselo a mi mujer. Hechas las presentaciones y después de quedarnos mi esposa y yo a solas, sólo tuve que preguntarle: ¿qué te parece? Mi esposa me respondió con una sonora y amplia sonrisa. Así que me puse a trabajar y al día siguiente le propuse a mi nuevo compañero si quería venir a cenar a casa. No puso pegas. Poco después, hablando con mi esposa por teléfono le comenté que ya teníamos invitado y ella, sin cortarse, me dijo que le pasara para preguntarle por sus gustos de comida. Estuvieron un buen rato hablando, la sonrisa de mi compañero me confirmó su buena sintonía con mi mujer. Albeto, en esos momentos empecé a sentirme un auténtico cornudo consentidor y a sentir ese placer singular de portar un buen par de cachos.
Mi mujer y yo hicimos todo lo necesario para que mi compañero estuviera cómodo desde el primer momento. Le recibimos como buenos anfitriones lo que le sirvió para ganar confianza, esto y unos cuantos tragos dieron paso a una mayor complicidad entre los tres. Mi compañero contestaba a todas nuestras preguntas y nos contó que no tuvo muchas novias aunque de las pocas que tuvo nos dio muchos detalles. Aprovechando que mi esposa se fue para la habitación le pregunté: ¿te parece bonita mi mujer? Se quedó un poco sorprendido pero con carácter me respondió que le parecía una mujer muy bella y me felicitó por tenerla a mi lado. Antes de que volviera mi mujer le conté lo que tenía pensado mientras le ponía otro trago. Su cara de sorpresa me hizo dudar de si sería capaz de dar el paso pero en ese momento entró mi mujer en el salón, con una ropa más provocativa, y la sonrisa cómplice de ambos despejó todas mis dudas.
La conversación fue subiendo de tono y ya no le quitaba el ojo a mi esposa. Agarré a mi mujer y mientras le subía el vestido y le abría su escote le decía a mi compañero, “has visto lo guapa que es mi esposa”, ¿te gusta?
Alberto, tenías que haber visto la cara de los dos, la de mi compañero era una mezcla de sorpresa y deseo, la de mi mujer de sonrojo pero esto no le impidió darme un beso muy provocativo, ya iba suelta.
Te aseguro que me resultó superexcitante tener a mi compañero en frente mientras yo le iba señalando y mostrando las maravillas de mi esposa. Después de los primeros nervios mi esposa contribuyó a la excitación, mostrando, insinuando… Mi compañero estaba quieto, en frente nuestro, mi mujer me susurró al oído si me parecía bien que diera el paso, no esperó a mi respuesta, directamente se lanzó hacía nuestro invitado y empezó a comerle la boca.
Mi compañero le subió el vestido y empezó a meterle la mano por la braga, no lo veía pero seguro que sus dedos empezaron a perforarla. Creo que el más excitado de todos era yo y eso que ahora había pasado a ser el mirón de mi esposa y mi compañero.
Después de unos minutos entre ellos dos, mi esposa se dio la vuelta. No recordaba ver a mi mujer con esa cara de excitación. Se lanzó a besarme y a la vez puso su culo a la altura de la cara de nuestro nuevo amigo. Después se dio la vuelta y empezó a besarlo con el efecto novia que tanto echamos de menos los casados y al darme el culo sin bragas comprobé el rojo de sus excitación y se la metí toda. Mi compañero todavía estaba vestido y a mi señal empezó a quitarse camisa y pantalones, fue desplegando su bóxer para abajo mientras su miembro se forzaba para arriba para quedarse totalmente parada. Mi mujer no le quitaba ojo y con cariño guié su cara, no me pidió permiso, directamente se la tragó y en tres o cuatro fases la agarró con sus labios hasta la garganta. Alberto, ese momento supuso para mí un placer que nunca antes había sentido. Mi mujer se tragaba el rabo de mi compañero con un ansía especial y esto me suponía un éxtasis que nunca antes había sentido. Yo había pasado a ser un testigo del momento. Mi esposa estuvo un buen rato mamándole a mi amigo y cuando le apeteció se sentó sobre él y se la metió toda de un jalón para empezar a gemir de placer. Con ironía le pregunté a mi esposa, ¿te la quieres meter? Ya hacía un rato que la tenía dentro y ella me respondió con una cálida sonrisa. Mi compañero pasaba de mi, sólo estaba centrado en clavarle su rabo a mi esposa, no sé cuanto duró pero yo estaba sólo de mirón, cuando podía aprovechaba para rozarle un pezón a mi esposa y para cambiar de posición y ver desde todos los ángulos y a la distancia más corta posible la follada que le estaba dando mi compañero a mi esposa.
Mi esposa se la sacó y se puso a cuatro, mi compañero se situó detrás y empezó a empujar con más fuerza aún que en el anterior posición. Esta situación me permitió ponerme entre los dos y abrirle el culo a mi mujer para ver como entraba y salía el cipote de mi compañero. Minutos después el gemido se convirtió en un grito y un mensaje de mi mujer que iba destinado a mí: “cómo me gusta, cabrón” poco después de que se corriera mi mujer se empezó a mover con menor intensidad y esto le sirvió a mi compañero para que cerrando los ojos se fuera dentro de mi mujer, después se echó sobre la espalda de mi mujer y empezaron a besarse, yo estaba pero no estaba, si pude comprobar que la corrida desbordaba la raja de mi esposa la cual no dejaba la oportunidad de darle besos cariñosos, como si fuera su pareja… Alberto, fue glorioso.
Una vez recuperados mi mujer soltó una sonora carcajada y me preguntó: ¿Te ha gustado cariño? No dije nada, sólo reí y fine mi mirada en como por el interior de sus muslos resbalaba la lefa de mi compañero. Al darse cuenta mi amigo de donde fijaba mi marido, con gesto falso de timidez, me pidió disculpas por venirse dentro de mi esposa. Yo le dije que estuviera tranquilo, mi mujer seguía riéndose. Mi compañero también le pidió perdón a mi esposa por correrse dentro y mi esposa le dio un tierno beso en los labios.
He de reconocerte Alberto que mientras mi esposa y yo estábamos tranquilos, nuestro nuevo amigo estaba inquieto, rápidamente se vistió, parecía temer una reacción negativa por mi parte. Vestido y empezando a despedirse, me dio las gracias por haberle dejado follar a mi mujer. Mi respuesta fue la siguiente: “No, gracias a ti por haberme regalado junto a mi mujer un maravilloso regalo de cumpleaños”. Mi mujer le dio un largo beso en sus labios mientras con su mano le daba una última caricia al rabo de mi compañero. Antes de despedirse sí le dejé claro que yo no le había dejado follarse a mi mujer, si no que era mi mujer la que me había dejado a mi ver su primera follada con un corneador.
Tras la follada y la despedida de mi compañero vino un silencio que interrumpió mi esposa con la siguiente pregunta: ¿te sientes mal por lo sucedido? Yo sólo pude responder con un beso y poniéndome de rodillas empecé a besarle su chocho en el que sentí el semen de mi compañero. Aquella noche follamos varias veces, hacía tiempo que no lo hacíamos, y pude comprobar el placer de la segunda vuelta del cornudo y el confundir la humedad de mi esposa con la lefa de su corneador.
A la mañana siguiente le pregunté a mi esposa, supongo que por sacar el tema ya que sabía la respuesta, sí le había gustado mi compañero. Y si no le importaría repetir. Desde aquella noche han pasado tres años, en los cuales mi compañero se ha convertido en nuestro corneador de cabecera. Ni que decir tiene que ha habido momentos de máximo placer, como aquella vez que mi compañero le rompió a mi mujer su culo a pollazos.
Espero que les guste mi mujer, y con el permiso de Alberto Toro, les ruego a todos ustedes que me hagan llegar sus comentarios. Me excita saber lo que todos ustedes piensan de mi mujer, lo que le harían. También me gustaría recibir sugerencias y por supuesto, no se corten en calificarme como lo que soy: un cornudo consentidor, pero que disfruta plenamente del sexo con su mujer.
Unos días después de nuestra charla, este amigo me envió las fotos dedicadas y el siguiente correo:
“Hola Alberto, aquí están las fotos, espero que te gusten. Mi corneador nos hizo el favor de tomarlas y en una de ellas se ve como dejó de mojado el trasero de mi mujer. Lleva ya tres años con nosotros, es como de la familia, vamos muy bien con él. Algunas veces mi mujer se va a dormir a su casa, también quieren tener cierta intimidad y que yo no esté siempre presente. Otras viene a casa y pasa algunos días con nosotros, duerme en mi cama, mi mujer en el medio. Yo soy feliz viendo feliz a mi mujer. Me encanta ver como se la folla, es maravilloso cuando llegan juntos y ver cómo me la llena de leche, es la gloria. Espero que las fotos también gusten a tus lectores (y lectoras) y que hagan muchos comentarios, nos gustará leerlos y lo mismo nos abrimos a más corneadores. Ya sabes Alberto, que mi mujer siempre estará abierta para ti”.
Tres años, guauuuu, se puede decir que ustedes tienen ya una relación estable y consolidada. Me gustaría que me contaras como fue la primera vez, como empezó todo. (Y claro, mi amigo me lo contó)
Estimado Alberto: como creo que ocurre en la mayoría de las parejas que hacen tríos o se introducen en el mundo swinger, fui yo el que comenzó a insinuar a mí esposa el hacer realidad esta fantasía. Lo hice, con tacto, medio broma, medio en serio, le decía a mi esposa cómo sería eso de hacer un trío. En esos momentos mi mujer me mostraba su malestar por sacar estos temas. No me rendí Alberto y sabía que aunque ella me ponía mala cara, en el fondo le excitaba.
Unos días antes de mí cumpleaños, recostados en el sofá, me comentó su intención de hacerme un regalo especial. Por su sonrisa sospeché de que se trataba y así me lo confirmó: ¿todavía tienes ganas de hacer un trío? Quedé asombrado y sin más le dije que sí y le di un gran beso. Después le pregunté si estaba segura a lo que me contestó que quería hacerme un regalo que nunca olvidara y pensó en lo del trío. Aquella noche no pude dormir y pronto empecé a buscar candidatos. En internet no tuve mucha suerte Alberto, sólo veía a tipos impresentables, ninguno le gustaría a mi mujer, fotos falsas y poca educación. Aquí aprovecho Alberto para ver si en tu blog puedes incluir un perfil o unas características del corneador 10, en esos momentos me hubiera resultado de gran ayuda. También es verdad, que entonces no te conocía como ahora porque si no, sin duda, hubiera pedido que nos pusieras en contacto con alguno de tus amigos corneadores.
El cumpleaños se acercaba y no había encontrado a ningún candidato que merecería la pena. Temía que si dejaba pasar esta oportunidad mi mujer se iría enfriando. En esos días se había incorporado un nuevo compañero de trabajo, un tipo alto, delgado, bien parecido y tuve la oportunidad de presentárselo a mi mujer. Hechas las presentaciones y después de quedarnos mi esposa y yo a solas, sólo tuve que preguntarle: ¿qué te parece? Mi esposa me respondió con una sonora y amplia sonrisa. Así que me puse a trabajar y al día siguiente le propuse a mi nuevo compañero si quería venir a cenar a casa. No puso pegas. Poco después, hablando con mi esposa por teléfono le comenté que ya teníamos invitado y ella, sin cortarse, me dijo que le pasara para preguntarle por sus gustos de comida. Estuvieron un buen rato hablando, la sonrisa de mi compañero me confirmó su buena sintonía con mi mujer. Albeto, en esos momentos empecé a sentirme un auténtico cornudo consentidor y a sentir ese placer singular de portar un buen par de cachos.
Mi mujer y yo hicimos todo lo necesario para que mi compañero estuviera cómodo desde el primer momento. Le recibimos como buenos anfitriones lo que le sirvió para ganar confianza, esto y unos cuantos tragos dieron paso a una mayor complicidad entre los tres. Mi compañero contestaba a todas nuestras preguntas y nos contó que no tuvo muchas novias aunque de las pocas que tuvo nos dio muchos detalles. Aprovechando que mi esposa se fue para la habitación le pregunté: ¿te parece bonita mi mujer? Se quedó un poco sorprendido pero con carácter me respondió que le parecía una mujer muy bella y me felicitó por tenerla a mi lado. Antes de que volviera mi mujer le conté lo que tenía pensado mientras le ponía otro trago. Su cara de sorpresa me hizo dudar de si sería capaz de dar el paso pero en ese momento entró mi mujer en el salón, con una ropa más provocativa, y la sonrisa cómplice de ambos despejó todas mis dudas.
La conversación fue subiendo de tono y ya no le quitaba el ojo a mi esposa. Agarré a mi mujer y mientras le subía el vestido y le abría su escote le decía a mi compañero, “has visto lo guapa que es mi esposa”, ¿te gusta?
Alberto, tenías que haber visto la cara de los dos, la de mi compañero era una mezcla de sorpresa y deseo, la de mi mujer de sonrojo pero esto no le impidió darme un beso muy provocativo, ya iba suelta.
Te aseguro que me resultó superexcitante tener a mi compañero en frente mientras yo le iba señalando y mostrando las maravillas de mi esposa. Después de los primeros nervios mi esposa contribuyó a la excitación, mostrando, insinuando… Mi compañero estaba quieto, en frente nuestro, mi mujer me susurró al oído si me parecía bien que diera el paso, no esperó a mi respuesta, directamente se lanzó hacía nuestro invitado y empezó a comerle la boca.
Mi compañero le subió el vestido y empezó a meterle la mano por la braga, no lo veía pero seguro que sus dedos empezaron a perforarla. Creo que el más excitado de todos era yo y eso que ahora había pasado a ser el mirón de mi esposa y mi compañero.
Después de unos minutos entre ellos dos, mi esposa se dio la vuelta. No recordaba ver a mi mujer con esa cara de excitación. Se lanzó a besarme y a la vez puso su culo a la altura de la cara de nuestro nuevo amigo. Después se dio la vuelta y empezó a besarlo con el efecto novia que tanto echamos de menos los casados y al darme el culo sin bragas comprobé el rojo de sus excitación y se la metí toda. Mi compañero todavía estaba vestido y a mi señal empezó a quitarse camisa y pantalones, fue desplegando su bóxer para abajo mientras su miembro se forzaba para arriba para quedarse totalmente parada. Mi mujer no le quitaba ojo y con cariño guié su cara, no me pidió permiso, directamente se la tragó y en tres o cuatro fases la agarró con sus labios hasta la garganta. Alberto, ese momento supuso para mí un placer que nunca antes había sentido. Mi mujer se tragaba el rabo de mi compañero con un ansía especial y esto me suponía un éxtasis que nunca antes había sentido. Yo había pasado a ser un testigo del momento. Mi esposa estuvo un buen rato mamándole a mi amigo y cuando le apeteció se sentó sobre él y se la metió toda de un jalón para empezar a gemir de placer. Con ironía le pregunté a mi esposa, ¿te la quieres meter? Ya hacía un rato que la tenía dentro y ella me respondió con una cálida sonrisa. Mi compañero pasaba de mi, sólo estaba centrado en clavarle su rabo a mi esposa, no sé cuanto duró pero yo estaba sólo de mirón, cuando podía aprovechaba para rozarle un pezón a mi esposa y para cambiar de posición y ver desde todos los ángulos y a la distancia más corta posible la follada que le estaba dando mi compañero a mi esposa.
Mi esposa se la sacó y se puso a cuatro, mi compañero se situó detrás y empezó a empujar con más fuerza aún que en el anterior posición. Esta situación me permitió ponerme entre los dos y abrirle el culo a mi mujer para ver como entraba y salía el cipote de mi compañero. Minutos después el gemido se convirtió en un grito y un mensaje de mi mujer que iba destinado a mí: “cómo me gusta, cabrón” poco después de que se corriera mi mujer se empezó a mover con menor intensidad y esto le sirvió a mi compañero para que cerrando los ojos se fuera dentro de mi mujer, después se echó sobre la espalda de mi mujer y empezaron a besarse, yo estaba pero no estaba, si pude comprobar que la corrida desbordaba la raja de mi esposa la cual no dejaba la oportunidad de darle besos cariñosos, como si fuera su pareja… Alberto, fue glorioso.
Una vez recuperados mi mujer soltó una sonora carcajada y me preguntó: ¿Te ha gustado cariño? No dije nada, sólo reí y fine mi mirada en como por el interior de sus muslos resbalaba la lefa de mi compañero. Al darse cuenta mi amigo de donde fijaba mi marido, con gesto falso de timidez, me pidió disculpas por venirse dentro de mi esposa. Yo le dije que estuviera tranquilo, mi mujer seguía riéndose. Mi compañero también le pidió perdón a mi esposa por correrse dentro y mi esposa le dio un tierno beso en los labios.
He de reconocerte Alberto que mientras mi esposa y yo estábamos tranquilos, nuestro nuevo amigo estaba inquieto, rápidamente se vistió, parecía temer una reacción negativa por mi parte. Vestido y empezando a despedirse, me dio las gracias por haberle dejado follar a mi mujer. Mi respuesta fue la siguiente: “No, gracias a ti por haberme regalado junto a mi mujer un maravilloso regalo de cumpleaños”. Mi mujer le dio un largo beso en sus labios mientras con su mano le daba una última caricia al rabo de mi compañero. Antes de despedirse sí le dejé claro que yo no le había dejado follarse a mi mujer, si no que era mi mujer la que me había dejado a mi ver su primera follada con un corneador.
Tras la follada y la despedida de mi compañero vino un silencio que interrumpió mi esposa con la siguiente pregunta: ¿te sientes mal por lo sucedido? Yo sólo pude responder con un beso y poniéndome de rodillas empecé a besarle su chocho en el que sentí el semen de mi compañero. Aquella noche follamos varias veces, hacía tiempo que no lo hacíamos, y pude comprobar el placer de la segunda vuelta del cornudo y el confundir la humedad de mi esposa con la lefa de su corneador.
A la mañana siguiente le pregunté a mi esposa, supongo que por sacar el tema ya que sabía la respuesta, sí le había gustado mi compañero. Y si no le importaría repetir. Desde aquella noche han pasado tres años, en los cuales mi compañero se ha convertido en nuestro corneador de cabecera. Ni que decir tiene que ha habido momentos de máximo placer, como aquella vez que mi compañero le rompió a mi mujer su culo a pollazos.
Espero que les guste mi mujer, y con el permiso de Alberto Toro, les ruego a todos ustedes que me hagan llegar sus comentarios. Me excita saber lo que todos ustedes piensan de mi mujer, lo que le harían. También me gustaría recibir sugerencias y por supuesto, no se corten en calificarme como lo que soy: un cornudo consentidor, pero que disfruta plenamente del sexo con su mujer.