Hace unos meses publiqué el correo que me había enviado un viejo amigo con el que pase junto a su mujer, y él como cornudo servicial, una agradable velada una tarde el pasado verano. En el correo, narraba la experiencia y lo que sintió en esos momentos. El lector atento recordará que hacía referencia a un encuentro previo. Esto va como la Guerra de las Galaxias, ahora publico el primero; no, es broma, tenía pendiente que el cornudo redactara de su puño y letra el primer encuentro, el origen. De ahí el titular.
Antes de entrar en el correo os pongo en antecedentes. A través del blog contacté con esta pareja. Después de un par de correos y comprobar que había "química" optamos por quedar, sin compromiso, y como en muchos otros casos sin intercambiar fotos y pocos datos por aquello de la discreción. Sí nos veíamos y la primera impresión era buena pues adelante. Yo sólo puse una de mis condiciones habituales y es que la esposa llevará una falda suelta y un poco abierta, para poder interactuar desde el primer momento.
Subrayo, la esposa del cornudo que nos narra la experiencia, es una belleza total, tiene un cuerpazo fantástico y unos tetones, uffff, además me gana en vicio y desde luego sabe como tratar a su cornudo. Se me hace la boca agua cada vez que recuerdo algo que siempre hacemos cuando está el marido delante y es comernos la boca como auténticos novios. Bueno, no os entretengo más y disfrutar esta maravillosa experiencia en la que que tuve el honor y el placer de participar. A ver si me animo y sigo publicando mis mejores corridas, en sentido literal del término.
Alberto:
Ya la primera vez que estuvimos contigo nos dejó unos momentos inolvidables que recordamos constantemente.
Recuerdo que quedamos en un bar cerca de la Puerta del Sol. Llegamos todos puntuales y rápidamente nos reconocimos en la entrada. Estuvimos tomando unas cervezas y charlando un rato y parece que la cosa iba por buen camino. Tú te levantaste para ir al servicio y al cabo de un rato, sin decir absolutamente nada, mi mujer se levantó y fue a buscarte. Supuse que habías estado morreando un buen rato al veros regresar agarraditos y sonrientes. Ya lo tuve muy claro cuando seguías metiéndole mano una vez sentados enfrente de mi. ¡Y me alegró mucho ver lo a gusto que estaba mi mujer!
Se adivinada lo que venía después: fuimos a unos apartamentos. Me encantó que me mandaras a comprar unas cervezas mientras vosotros subíais y tenías unos momentos de intimidad a solas (“no tengas mucha prisa, cornudo”). Cuando entré estabais los dos desnudos y en muy buena sintonía: ya os habíais dado un pequeño homenaje y mi mujer se encontraba muy cómoda y con mucha confianza contigo. Me dijiste que me desnudara y lo primero que hiciste fue descojonarte de mi pollita, “¡Pero a dónde vas con eso, desgraciado!”. A la vista de tu pollaza tu observación era inapelable. Me encantó sentir tu demostración de superioridad y poderío, así que de muy buen grado me entregué a ser vuestro sirviente diligente y obediente en todo, por supuesto para serviros la bebida.
Y ahí empezó la gran fiesta: Se la metiste a mi esposa cómo te dio la gana, era una delicia ver la lujuria y el vicio con el que follabais y os revolcabais los dos. Y entre follada y follada yo ya sabía lo que me tocaba: “bajada al pilón”, así que me apliqué voluntarioso a hacerte unas buenas mamadas mientras escuchaba tus burlas y chanzas para tu bien merecida diversión que arrancaban las carcajadas de mi mujer. Como cornudo me parece imprescindible la bajada al pilón para tomar buena conciencia de la talla del tío que se folla a mi mujer y hacerse una buena idea de lo que ella recibe entre las piernas, además de ser una genuina muestra de respeto hacia el Macho Dominante.
Y de repente una orden tuya: “¡a la ducha cornudo!”. Pensé: “¡Buf, lo que se avecina, al pilón hasta el fondo!”. Así que allí me pusiste de rodillas y recibí el chorro de tu meada caliente, me devolvías la cerveza fresquita que yo te había servido. A la tuya siguió la de mi mujer que disparo su chorro directamente a mi cara entre risas y palmadas en mi calva. Y la sorpresa: cuando todavía estaba intentando abrir los ojos con la meada resbalando por las pestañas, sentí el gran susto de un líquido frío que cayó de golpe sobre mi cabeza a la vez que oía vuestras risotadas. En seguida lo entendí: ¡me habías volcado encima tu vaso de cerveza! Eres genial, Alberto. ¡Cómo se nota que sabes tratarnos a los cornudos y a nuestras mujeres como merecemos!
Y lo que queda, pues la recta final: terminaste de follarte a mi mujer para goce tuyo y de ella, que quedo muy (pero que muy) conforme. Y yo creo que tú también disfrutaste como te corresponde, al menos esa es mi aspiración. Por mi parte me sentí muy realizado como cornudo y espero que sigas haciendo disfrutar a mi mujer en muchas más ocasiones.
Para terminar, la despedida: el beso en la boca a mi mujer y la palmadita en mi moflete: “¡has estado muy bien, campeón!”
Si amigo, tu esposa y yo sabemos que eres un gran campeón cornudo. Os prometo que en el próximo encuentro, le encargaré al cornudo que nos haga algunas fotos para que disfrutéis de la belleza de su mujer y tengáis testimonio gráfico. Yo en esos momentos, como os podéis figurar, estaba para otras cosas. A continuación va el enlace del segundo contacto y que publicamos en primer lugar en el blog. Un saludo, queridos lectores.
Me gusta ver a mi mujer con un tío como tú